La ilusión que acompañaba a los sevillistas en el sueño de conquistar una nueva Europa League se ha convertido en desesperación para medio centenar de aficionados que se encuentran atrapados en el aeropuerto de Son Sant Joan en Palma. Los seguidores hispalenses se han visto inmersos en una odisea para intentar llegar a Budapest después de que el retraso en el vuelo que cubría la distancia hacia su primera escapa en la capital balear sufriera un retraso de una hora y media y la compañía Ryanair no les facilitara la conexión que tenían prevista para llegar a tierras húngaras.
«Estamos desesperados buscando otro tipo de conexiones», explica Fernando Oliva, que es uno de los cerca de sesenta seguidores que se encuentran en la zona de embarque de Son Sant Joan tratando de dar con una vía que les permita llegar a tiempo al choque que enfrenta a partir de las 21:00 al Sevilla y la Roma de Mourinho. Todos habían organizado el desplazamiento por su cuenta y no tienen más solución que rascarse el bolsillo para tratar de llegar a Viena sobre las 16:00 y desde allí moverse en autocar hasta Budapest sobre la hora del inicio del choque. Algunos ya se dan por rendidos y quieren volver a casa, mientras que otros exprimen todas las alternativas para poder asistir al encuentro.
La pesadilla ha empezado al aterrizar en Palma, donde debían subirse a un vuelo directo para llegar a Budapest. «Nos han comentado que había un problema técnico y han retrasado la salida de Sevilla. Han cambiado el avión y hemos despegado sobre las 8:30 con hora y media de retraso y con la promesa de que nos esperaba la conexión, pero nos han cerrado la puerta de embarque y el vuelo se ha marchado medio vacío», relata Fernando Oliva, que explica que han llegado 15 minutos tarde a la hora del cierre de la puerta. «Los propios trabajadores de Ryanair se han encarado con sus compañeros por dejarnos en tierra de esta manera», comenta este seguidor del Sevilla que viaja junto a dos amigos a ver la final. «La tripulación nos decía que nos esperaban y nos tranquilizaba, pero luego el otro avión no ha querido saber nada, incluso había gente de rodillas pidiendo por favor que nos tuvieran en cuenta», concluye Fernando Oliva, que hará lo imposible por tratar de llegar tras un gran disgusto.