La explosiva temporada turística no está salvando al empresariado balear de reajustes imperativos si pretende paliar el encarecimiento de costes. La inmensa mayoría de sectores intenta hacer encaje de bolillos para reestructurar sus planes de actividad y minimizar el mordisco de la inflación al margen de beneficios, lo cual se suele traducir en una limitación de la producción y los horarios. Un informe de Cepyme indica que las empresas están activando sus propios planes de contingencia ante la inflación, especialmente aquellas más lastradas por el uso intensivo de gas y electricidad, pero también pequeñas y medianas empresas de la mayoría de sectores. En el caso de Baleares, los sectores más vinculados al turismo ya han señalado que la facturación superará la de 2019 pero la rentabilidad será inevitablemente menor.
En ese sentido, María Renart, gerente de PIMEM, lamenta que «se puede dar la paradoja de tener una temporada turística excelente con pocos beneficios o incluso con pérdidas». Según datos del Banco de España, cerca del 77 % de las empresas ha experimentado un aumento adicional de los costes de producción, pero solo el 38 % lo ha repercutido en sus precios finales. Ello está obligando a recortar por otros lados.
La restauración ha optado por reajustar horarios –renunciando incluso a abrir en algunos turnos– o rediseñar el menú, especialmente en aquellas zonas no tocadas por la varita turística y que se nutren de un cliente más residencial que tampoco aceptaría una subida de precios tan pronunciada. «Si en vez de cuatro neveras encendidas puedes tener solo dos, mucho mejor», señala el presidente de CAEB-Restauración, Alfonso Robledo. «Se nos ha encarecido todo y no podemos repercutirlo en el cliente porque hay mucha competencia», explica. Así, las cartas se han ido acondicionando a productos más rentables y los turnos se han modificado para poder concentrar más personal.
En el caso de los comercios, el presidente de Afedeco, Antoni Gayà, indica que muchos establecimientos se han visto igualmente obligados a recortar horarios e incluso a cerrar sus puertas indefinidamente. El coste, sencillamente, «no es asumible» y la insularidad agrava los efectos. Lo peor, advierte, está por venir. «A partir del final de la temporada veremos un panorama complicado de verdad».
Tampoco es optimista Toni Garí, presidente de Construïm-PIMEM. El sector de la construcción es de los más afectados por el encarecimiento energético y el aumento del consumo del gas. Para el invierno no se prevé un escenario más amable. Garí afirma que las empresas más dedicadas a material secundario y prefabricados van capeando el temporal, pero fabricantes como los de ladrillería se han visto obligados a parar indefinidamente su producción y recortar personal. «Si la inflación sigue y el stock se acaba, estas empresas van a pasarlo muy mal».