Francesc Xavier Torres i Peters, con «Música i Músics a l'Eivissa dels segles XVI, XVII i XVIII», y Antoni Ferrer Abárzuza, con «El Llibre del mostassaf d'Eivissa. La vila d'Eivissa a la baixa edat mitjana», han ganado ex-aequo el quinto «Premi d'Investigació Vuit d'Agost», que convoca la Conselleria de Cultura del Consell Insular. Ambos autores recibirán por su trabajo 300.000 pesetas más la publicación de la obra, que se presentará el año que viene por estas fechas. La entrega del premio tendrá lugar sobre las doce de este mediodía en el claustro del Ayuntamiento de Eivissa.
Torres i Peters, rector de la parroquia de Sant Jordi e investigador de diversos aspectos de la iglesia de las Pitiüses, explicó ayer a este periódico que su obra «intenta sacar del olvido la pequeña historia de la música en la isla hasta el siglo XVIII. Organistas, maestros de capilla, coros, cantores... También hablo de los músicos de calle para los desfiles, pregones y fiestas públicas, y el panorama sonoro de las campanas de la Catedral».
Un año de trabajo de documentación (principalmente en el Arxiu Municipal), mientras investigaba sobre otros temas, y cinco meses de redacción y composición, ha necesitado Peters para completar una obra que revela alguna curiosidad poco conocida: «Como el descubrir que en Vila había danza religiosa para las fiestas de Corpus, y otras; así como que en el siglo XVI se representaba un Misterio con música similar al de Elche, aunque más modesto», precisó.
Por su parte, el historiador Ferrer Abárzuza, quien compartiera premio en su primera edición (1997) con Felip Cirer, explicó que el libro al que se refiere la obra «era un manual, un conjunto de ordenaciones, que llevaba un funcionario de la Universitat, desde el siglo XIV al XVII. Como si se tratase de un inspector de mercado y de sanidad. Controlaba que la carne no estuviera podrida, que los pesos y medidas fueran los correctos; la provisión de cereales, e incluso en una serie de cuestiones referentes a las obras». El «mostassaf» («almotazen» en castellano) era un funcionario que normalmente estaba en la calle y el mercado. Institucionalizado en toda la Corona de Aragón y en otros lugares de la Península, «en la isla llevaba las ordenaciones que hacia el Consell de la Universitat para que las hiciera cumplir a la gente», apuntó el joven historiador.