La polémica en torno al Fórum Internacional de las Culturas de Barcelona es uno de esos debates que parece no tener fin. Que si se trata de un montaje comercial; que si es una excusa para reconvertir una zona degradada y marginal de la ciudad; que si se abusa en los precios de las entradas; que si se deben entrar alimentos en el recinto; que si mucho ruido y pocas nueces... Cada cuál tiene, pues, su opinión, y está bien que así sea. Lo peor que le puede pasar a una iniciativa de esta envergadura sería la indiferencia del personal; pero si hay debate en que la cuestión está viva, interesa y preocupa. Lo que ya es bastante.
Y como para opinar es mucho más objetivo e imparcial hacerlo con conocimiento de causa, el que suscribe ha aprovechado unas recientes vacaciones para pasar un día en el Fórum y dar su propia versión de una iniciativa que, de entrada, tiene una coartada bien meritoria: promover un diálogo necesario entre las culturas del mundo, apostar por la ecología y la sostenibilidad como norte para el futuro, y fomentar el conocimiento mutuo de las religiones, entre otros propósitos generales. ¿Quién puede objetar algo en contra de tan nobles razones?
Pero mejor iremos por partes. En primer lugar, porque es lo que más salta a la vista, el tema infraestructuras, edificios, plazas, puertos, parques... Y en este sentido, Eivissa debe sentirse orgullosa de que la iniciativa más celebrada de todo el Fórum tenga denominación de origen ibicenca, al menos en gran parte, pues ha salido del estudio de los arquitectos Elías Torres (natural de Eivissa) y José Antonio Martínez Peña. Se trata de una impresionante y altísima especie de pérgola cubierta por numerosas células fotovoltaicas, que parece ser suministran luz para todo (o gran parte) el gasto eléctrico del enorme recinto barcelonés.
Luego está el tema exposiciones. Algunas, como la de «Voces del Mundo», o la de «Habitar el Mundo» resultan realmente interesantes, didácticas y muy bien montadas. Tampoco está mal la de los famosos guerreros de Xi'an, sobre el arte funerario chino; otra sobre Barcelona en su historia, o la aportación del arte contemporáneo más vanguardista de la feria madrileña de Arco. Sin olvidar las muestras menores en torno a mil y una historias sobre tradiciones y culturas más o menos exóticas instaladas en la zona de la Haima; ni tampoco (aunque esta sí sea más bien criticable), la de los coches futuribles de Toyota, o el pabellón para degustar cervezas.. Está bien y se agradece el patrocinio privado, pero no hay que abusar de su publicidad.
Y llegamos a la cuestiones de actuaciones, entretenimientos, ocio, gastronomía y esparcimiento vario. Aquí es dónde encuentro más injustas las críticas, pues la oferta es realmente atractiva y de mérito para todas las edades y gustos. Una oferta tan amplia, seguida y sugerente, que uno no sabe a cuál atender: desde conciertos nacionales e internacionales a un circo de campanillas, pasando por espectáculos de cabaret internacional, obras de teatro, el montaje de «L'Arbre de la Memòria», de Els Comediants, unas evoluciones acrobáticas de altura de un grupo latino, cosas de monstruos, fuegos artificiales, espectáculos de calle... Y todos ellos de acceso gratuito.
La entrada del día (con posibilidades de salir y entrar las veces que se quiera) cuesta 21 euros; no mucho, la verdad, para todo lo que te ofrecen a cambio. Y un consejo bien útil: siempre que puedan, tomen los trenecitos que giran para enseñarte todo el Fórum; sus pies, y cuerpo entero se lo agradecerán. Y a disfrutar.