El director Masahiro Kobayashi muestra la cara oculta de Japón en Wakaranai, un compendio de desigualdades sociales hecho carne en un adolescente, largometraje que compite en la sección oficial del Festival Internacional de Cine de Gijón. El realizador nipón presentó ayer su película, que en un primer momento pensó como documental pero «a mitad de camino» se transformó en una obra de ficción enraizada en la realidad más cruda de un país al que todos ven como el paradigma de la modernidad. «En Japón hay pobres, aunque los mismos japoneses se nieguen a verlos porque todo lo que es un problema les molesta», afirmó.
El filme, que se estrenó en el Festival de Locarno (Suiza), muestra a un adolescente, que cada día tiene que conseguir un poco de comida en las calles y sobrevive como puede al desamparo de un hogar desestructurado con una madre enferma y un padre inexistente. Kobayashi dijo que en su país es una historia «muy normal» porque no existe una cobertura asistencial para este tipo de problemas sociales, aunque el Gobierno actual «está buscando alguna manera de encontrar una solución».