El escritor Mario Vargas Llosa leyó este martes en la Academia Sueca el discurso de recepción del Premio Nobel de Literatura. En su intervención, el escritor hispano-peruano criticó al nacionalismo, «que ha sido la causa de las peores carnicerías de la historia».
En esta misma línea, Vargas Llosa ha subrayado que las patrias «no son las banderas ni los himnos, sino un puñado de personas y lugares que pueblan nuestros recuerdos». «Ojalá que los nacionalismos, plaga incurable del mundo moderno y también en España, no estropeen esta historia feliz».
Asimismo, ha reconocido que «detesta» toda forma de «nacionalismo, ideología -o, más bien, religión- provinciana, de corto vuelo, excluyente, que recorta el horizonte intelectual y disimula en su seno prejuicios étnicos y racistas, pues convierte en valor supremo, en privilegio moral y ontológico, la circunstancia fortuita del lugar de nacimiento».
En un discurso, titulado 'Elogio de la lectura y la ficción', el Nobel de Literatura subrayó el papel de la lectura y los libros en su vida, desde que con cinco años aprendió a leer en Cochabamba (Bolivia). «Es la cosa más importante que me ha pasado en la vida», ha confesado Mario Vargas Llosa.
Asimismo, Vargas Llosa rindió homenaje a sus grandes maestros de las Letras, entre quienes citó a Flaubert, Faulkner, Cervantes, Dickens, Tolstoi o Thomas Mann.
Siguiendo en el ámbito político, Vargas Llosa denunció el poder de las dictaduras y aseguró que deben ser combatidas «sin contemplaciones, por todos los medios a nuestro alcance, incluidas las sanciones económicas».
En esta misma línea, lamentó el papel de los gobiernos democráticos que se muestran «complacientes» con los verdugos en las dictaduras, en vez solidarizarse con quienes se enfrentan a ellas como las Damas de Blanco en Cuba, los resistentes venezolanos, o Aung San Suu Kyi y Liu Xiaobo.
Democracias "populistas y payasas"
Asimismo, ha declarado que padecemos «menos dictaduras que antaño, sólo Cuba y su candidata a secundarla, Venezuela, y algunas seudo democracias populistas y payasas, como las de Bolivia y Nicaragua».
El Nobel de Literatura también ha tenido palabras de elogio para España y ha destacado que sin España «jamás hubiera llegado a esta tribuna». «Quiero a España tanto como al Perú y mi deuda con ella es tan grande como el agradecimiento que le tengo».
Asimismo, subrayó su amor por Patricia, y con voz emocionada recordó cómo ella todavía soporta sus «manías, neurosis y rabietas» «que me ayudan a escribir».
Igualmente, destacó su pasión por los libros, que fueron siempre «su salvación y su refugio» y donde vivir era «exaltante, intenso, una aventura tras otra, donde podía sentirme libre y volvía a ser feliz».
En esta misma línea, ha confesado que siempre que se ha sentido «abatido o golpeado, a orillas de la desesperación», entregarse en cuerpo y alma a mi trabajo de fabulador «ha sido la luz que señala la salida del túnel, la tabla de salvación que lleva al náufrago a la playa».
«Nada me ha hecho gozar en la vida tanto como pasarme los meses y los años construyendo una historia, desde su incierto despuntar, esa imagen que la memoria almacenó de alguna experiencia vivida, que se volvió un desasosiego, un entusiasmo, un fantaseo que germinó luego en un proyecto», ha declarado Mario Vargas Llosa.
Literatura o barbarie
Por todo ello ha subrayado que la ficción «es más que un entretenimiento». «Es una necesidad imprescindible para que la civilización siga existiendo, renovándose y conservando en nosotros lo mejor de lo humano. Para que no retrocedamos a la barbarie de la incomunicación y la vida no se reduzca al pragmatismo».
«Porque un mundo sin literatura sería un mundo sin deseos ni ideales ni desacatos, un mundo de autómatas privados de lo que hace que el ser humano sea de veras humano: la capacidad de salir de sí mismo y mudarse en otro, en otros, modelados con la arcilla de nuestros sueños», ha alegado el Nobel.
«Tenemos que seguir soñando, leyendo y escribiendo, la más eficaz manera que hayamos encontrado de aliviar nuestra condición perecedera, de derrotar a la carcoma del tiempo y de convertir en posible lo imposible», concluyó el Nobel.