«Hace unos diez o quince años estuve en Eivissa tocando con orquestas y grupos de verbena», recuerda el virtuoso pianista Abdón Alcaraz (Murcia, 1976), que el viernes ofrecerá un concierto, a las 21 horas en el Palau de Congressos de Santa Eulària, en el que presentará su último proyecto discográfico Reikiavik, que le valió el premio al Mejor Disco Instrumental de Flamenco que el año pasado otorgaron los críticos del certamen Flamenco Hoy. Sus primeros recuerdos al piano se remontan a su infancia, cuando logró sacar de oído la versión que Miguel Ríos hizo del Himno de la Alegría de Beethoven y que interpretaba con un teclado Casio que su tía abuela le compró en Andorra.
-Su proyecto anterior ‘Un mar menor' se presentó en el Teatro Lara de Madrid...
-Lo presenté en el Teatro Lara en cuarteto con el proyecto Ajjo Abanda con Julián Páez ‘El Juli' (cante), José Rodríguez (bajo eléctrico) y el batería que me acompaña siempre, Miguel Ángel Orengo. Fue un proyecto interesante que supuso un despertar de la proyección externa profesional de nuestro trabajo. La segunda vez que fui a ese teatro fue para recoger el premio al Mejor Disco Instrumental de Flamenco, algo más bonito aún si cabe.
-¿Su música se saborea mejor en las distancias cortas?
-Tengo una necesidad vital que es la de aprovechar las capacidades. Creo que cuando uno tiene un don, tiene que aprovecharlo, más que para uno mismo, para los demás, para la evolución propia de la música. En ese sentido, mi música es un poco de minorías pero abarca muchos estilos. No hago ni flamenco, ni jazz, el otro día me definieron como ‘pianista de jazz español'. No es algo comercial porque el virtuosismo es mucho más serio y es un terreno muy difícil.
-¿Cree que el éxito de artistas como Chano Domínguez han potenciado el interés por este género?
-Sí, ha contribuido a que se den oportunidades y que la gente se atreva a adentrarse en este género, que no estamos locos. En España está ocurriendo algo muy grandioso y es que la gente que conoce el flamenco lo está fusionando con jazz. Jorge Pardo, Álex Conde o Carlos Campoy, entre otros, forman parte de un movimiento que podría denominarse, como he dicho antes, ‘jazz español'. En el fondo yo hago música e intento agradar.
-¿Que supuso para usted que se le reconociera en un festival tan prestigioso como el de Las Minas de La Unión?
-A nivel emocional, evidentemente, siempre da gusto que, cuando uno está creyendo en un imposible llegue algo así para ver que vas por el buen camino. También es una responsabilidad, aunque este punto lo asumí hace tiempo. Supone un reconocimiento y las puertas se van abriendo poquito a poquito.
-¿Cómo definiría ‘Reikiavik', el disco que presentará el viernes en Eivissa?
-Reikiavik es un disco que trata de mostrar mi madurez musical. Es un disco en el que he tenido la suerte de contar con la colaboración de grandísimos artistas. Es un disco con una gran elaboración musical y que tiene su mensaje. Contiene un concepto muy importante que es el de intentar llegar a rascar el alma. El disco te va llenando poco a poco de sonoridades diferentes. Es una montaña rusa musical en la que cada curva está calculada. La intencionalidad es llegar a la perspectiva interior de cada uno y emocionar. Además, todas las letras son mías y son letras que son vivencias personales. Yo compongo temas como un poeta y me encargo de ponerle letra a las canciones si éstas lo requieren. La música tiene que ensalzar el alma y no algo que te entra por un oído y sale por otro.
-¿Hacia dónde se dirige su próximo proyecto?
-Hacia el aspecto más puro de la música, que es el de alegrarle la vida a las personas y ayudar a la gente. Los músicos que tenemos la suerte de que se nos escuche y se nos valore tenemos esa obligación porque los artistas, ya sea un pintor, un escultor, un músico o un poeta, estamos para darle a la gente mensajes de ánimo. Siempre me acuerdo de Freddie Mercury, que no tiene nada que ver con el flamenco, pero tenía la intención de mandar un mensaje a la humanidad con su música. Esa es la expectativa con la que nacerá mi próximo disco que, si va todo bien, se publicará a finales del año que viene.