Diferentes medios chilenos informaban ayer de la pérdida del destacado pintor Andrés Monreal en Eivissa, donde desde los años 70 pasaba largas temporadas y que eligió como lugar para fijar su residencia. El pintor, que había sido ingresado en Can Misses hace algún tiempo, falleció el pasado sábado, a las 19,30 horas como consecuencia de una larga enfermedad.
Su vida, plagada de historias de amor y pasiones, se caracteriza por un continuo nomadismo hasta que fijó su residencia en Sant Mateu, en un terreno que compró a cambio de pinturas. Hace algunos años, Monreal afirmaba: «Yo he viajado mucho, he vivido en todo el mundo y he hecho muchos oficios, aparte del actual de pintor: actor de cine, actor de teatro y he conocido a cantidad de gente interesante».
Basta un breve apunte sobre su biografía para hacerse una idea de su amplia capacidad creativa en las facetas de actor, pintor y escritor. Andrés Monreal participó en películas como Detrás de las montañas, con Irene Papas y Maximilian Schell en 1965; Los centuriones, con Anthony Quinn y Alain Delon, y Villa Cabalga, con Robert Mitchum y Charles Bronson, en 1967. En esta faceta, Monreal recabó diferentes galardones.
En 1986 publicó su novela Playa oscura y, en 1990, una colección de poemas en inglés titulada A ticket on a toe. Además, la galería francesa con la que trabajaba el chileno publicó en 1997 un amplio catálogo de toda su obra hasta entonces, con tres entrevistas y un análisis de su obra a cargo del prestigioso crítico italiano Vittorio Sgarbi que, entre otras cosas, dijo de Monreal que era capaz de revivir los mitos o reinventarlos.
Una isla de recuerdos
«A parte de ser coleccionista de su obra, era amigo y, por lo tanto, lo he sentido muchísimo», comentaba ayer el abogado José Llano, que posee una decena de cuadros del artista. El letrado destaca la fuerte personalidad del chileno y lo describe como «un magnífico pintor».
Fue durante una visita al Bar Costa de Santa Gertrudis cuando Llano se interesó por el artista cuyas obras poblaban el establecimiento. Logró dar con él y lo que en principio fue sólo interés pictórico acabó convirtiéndose en una estrecha amistad. «Creo que es importante que su obra sea reconocida», concluyó el abogado.
Pep Roig, el actual propietario del bar de Santa Gertrudis, define a Andrés Monreal como un hombre de un carácter muy marcado que era, ante todo, «muy leal con sus amigos». Roig asegura que, «no tenía un carácter afable, pero era muy buena persona, era peculiar, muy vivo y dinámico».
La unión del arte y la gastronomía
Con cerca de 200 cuadros colgando en sus paredes, existen pocos establecimientos de comida de la Isla que puedan hacerle sombra al fondo pictórico del Bar Costa de Santa Gertrudis. Es allí donde se encuentran entre 80 y 90 obras del pintor chileno. La relación entre Vicente Roig, el dueño, y Andrés Monreal se remonta los años 70 y comenzó de manera casual.
Cuando el propietario del establecimiento arrendó el local a un francés, éste encargó un fresco en una de las paredes al pintor chileno.
La aventura empresarial del francés no funcionó y fue Roig quien comenzó a explotarlo de nuevo. Fue entonces cuando Monreal le propuso pintarle otro mural. «Mi padre no entendía de arte, pero Andrés Monreal le pidió si le dejaba pintarle un cuadro a cambio de consumiciones y estuvo todo el verano allí pintando», recuerda Pep Roig, que actualmente regenta este negocio. «Los primeros dos o tres cuadros se pintaron con este sistema de intercambio», asegura Roig, que agrega: «Posteriormente, si un cliente compraba uno de los cuadros de bar, mi padre iba al estudio de Monreal y le compraba cuatro o cinco piezas».
«Se ha movido entre Italia, Nueva York y Francia pero siempre mantuvo una relación especial con Eivissa, así que decidió quedarse aquí a vivir», comenta Pep.