Nacida en Eivissa en 1980, la vida pronto llevaría a Violeta Lopiz a Madrid, ciudad en la que comenzó a dibujar «para recuperar los olores y los lugares que echaba de menos de la isla». Sus estudios relacionados con la música no lograrían separarla del dibujo, una pasión que la ha convertido en ilustradora y que la llevará el próximo mes de marzo por segunda vez a la Feria Internacional del Libro Infantil y Juvenil de Bolonia, que cumple medio siglo. La revista El Cultural de El Mundo la ha considerado como uno de los diez nombres imprescindibles de la ilustración en nuestro país y, en 2011, en Corea del Sur premiaron en los CJ Picture Book Awards su trabajo en Les poings sur les iles, de Editions du Rouergue.
—Seleccionada por segundo año para la feria de Bolonia. ¿Qué se siente?
—Estoy muy contenta, pues ambas veces han seleccionado obras en las que he trabajado de manera muy personal y con las que me he divertido mucho. Y por otro lado me da pena que no hayan seleccionado a compañeros que son brillantes ilustradores.
—Comenzó a estudiar Magisterio en educación musical y Ciencias e Historia de la música. ¿Cómo llegó a la ilustración?
—Sí, terminé magisterio y estuve dando clases de música, era muy jovencita, apenas tenía autoridad y me di cuenta de la gran responsabilidad que es educar y entendí que no era el momento de dar sino de continuar recibiendo. Entré en la escuela de ilustración Arte 10 en Madrid, y disfruté como una niña. Los primeros trabajitos que conseguí a través de una profesora me dieron tanta satisfacción que no había duda de que estaba haciendo lo que me gustaba.
—Muchos consideran la ilustración como si fuera una hermana pobre de la pintura. ¿Qué les diría?
—Nunca tuve hermanos, no sé lo que se siente. Pero eso de tener un hermano pobre, da mucha pena, ¿no? Les diría que, no obstante, tenemos los mismos padres y que miraran la película La cueva de los sueños olvidados, de Werner Herzog.
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