Entrar estos días en la iglesia de Sant Elm produce una sensación extraña. Los bancos para los feligreses se encuentran colocados en una de las capillas laterales y el suelo ha sido cubierto con grandes planchas de madera. Cruzando la nave central reposan las grandes vigas que en unos días serán izadas y colocadas en los soportes que varios operarios fijan a varios metros de altura, bajo una bóveda que muestra una grieta que la cruza desde un extremo a otro. Estas vigas sostendrán un imponente forjado provisional cuya primera función será la de ofrecer seguridad a los ocupantes de la iglesia y, la segunda, la de andamio para acometer las obras de consolidación del techo, cuyo estado ha obligado a emprender esta actuación de urgencia.
Toni Marí es el arquitecto que se ha hecho cargo de un proyecto para el que ha tenido la colaboración del arquitecto especialista en estructuras Xavier Aguado. Según Marí, la iglesia no tiene un problema de aluminosis, sino que se trata de «un edificio con muchos años y que está construido donde está construido». «Está hecha casi sobre el agua. Cuando hicieron los depósitos para basura que hay en el lateral de la iglesia encontraron restos de antiguas edificaciones y agua a algo más de un metro. Sant Elm siempre ha tenido problemas estructurales», remarca.