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Realicemos nuestro trabajo con maestría

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Todos y cada uno de nosotros tenemos diariamente, a través de nuestro trabajo, la oportunidad de demostrar nuestra grandeza. Cada vez que realizamos nuestro trabajo de forma excelente, con maestría, influimos positivamente en nuestros equipos de trabajo y en nuestros compañeros, en nuestros clientes y proveedores y en general en todas aquellas personas con las que tenemos relación.

Deberíamos ser capaces de ver nuestro trabajo como la posibilidad de realizar una obra de arte, no simplemente como un trabajo, pues quienes son capaces de impactar positivamente sobre sus compañeros o clientes son aquellos que convierten su trabajo en un verdadero servicio a los demás, ponen pasión en lo que hacen y tienen una obsesiva atención por cuidar los detalles. Esta es sin duda la mejor forma de ganarse el respeto de los demás, desarrollando una cultura laboral basada en la maestría y no en la mediocridad; todos nosotros, sea cual sea el trabajo que tengamos, podemos y debemos buscar la maestría desarrollando nuestro cometido de la mejor forma posible.

Ningún trabajo tiene por qué ser ordinario, nosotros lo podemos convertir en extraordinario. Cualquier trabajo es una oportunidad para ser creativos, para influir positivamente en otras personas, es un reto para ir más allá de nuestros límites y para mejorar como seres humanos. Por ello tu trabajo, sea el que sea, es ordinario solo si tú eliges verlo como tal. ¿Por qué perder la oportunidad de disfrutar con lo que hacemos cada día? ¿Por qué no dedicar nuestros talentos a mejorar lo que nos rodea con nuestro trabajo? En realidad es una cuestión de actitud y nuestra actitud determinará la verdadera importancia del trabajo que tenemos; una actitud mental positiva, de ilusión y optimismo por nuestro trabajo, nos permitirá ser mejores y más felices.

“Cualquier cosa que toques, déjala mejor que como estaba” es una frase que resume bien esta idea, puesto que lo que busca permanentemente un artista es mejorar día a día. Las personas mejoran y se hacen grandes no con un acto revolucionario, sino con una obsesión positiva por hacer las cosas mejor, por conseguir que la experiencia de quienes nos rodean sea mejor; pequeñas mejoras diarias sostenidas en el tiempo acaban derivando en un tsunami de grandeza.
Todo gran profesional fue al principio un amateur, todo maestro fue en los comienzos un aprendiz, la clave es estar abiertos a nuevos aprendizajes, a nuevas ideas, a cómo mejorar, abiertos a la imaginación y a la inspiración; lo esencial es sentir ese fuego interior que nos mueve a ser mejores personas, a progresar, a evolucionar y a inspirar a los demás, puesto que el ejemplo que demos con nuestros actos en el día a día será el mejor maestro, la mejor escuela, la mejor inspiración para todos quienes nos rodean. Busquemos la maestría en nuestro trabajo diario y así pondremos nuestro granito de arena para mejorar el mundo, pues como dijo la madre Teresa de Calcula “si cada uno barriera la puerta de su casa, el mundo estaría más limpio”.

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