En los años setenta del siglo pasado, una asociación privada llamada el Club de Roma encargó un estudio sobre las tendencias económicas, sociales y medioambientales que amenazaban al planeta. Los resultados fueron publicados en 1972 bajo el título “Los límites al crecimiento”. Concluía este estudio que si seguía ese ritmo de crecimiento la catástrofe era inevitable, a menos que se hicieran cambios drásticos que frenaran el crecimiento de la población y el crecimiento económico. No se puede dar un crecimiento ilimitado en un planeta con recursos limitados. Los resultados del estudio afortunadamente no se cumplieron y la crisis definitiva no llegó. Los adelantos técnicos han traído prosperidad y también nuevos problemas. Los cambios técnicos han sido espectaculares y han generado alternativas tecnológicas diferentes, especialmente con la Revolución Digital, y los problemas se pueden superar o aminorar con la ciencia, la tecnología, la innovación y la regulación pública, para intentar un mayor equilibrio entre la sostenibilidad económica, social y medioambiental. Sin embargo este aviso del Club de Roma de que el crecimiento económico tenía efectos adversos sigue siendo válido, no porque estemos destinados a generar nuestra propia destrucción, sino que, en una visión más optimista, pone el acento en que para construir un mundo mejor es necesario disminuir o erradicar los impactos negativos que el crecimiento tiene sobre el medio ambiente.
En el modelo de crecimiento turístico de las Illes Balears se plantea, de forma similar al planeta, una cuestión inquietante: si nuestros recursos naturales, nuestro paisaje, nuestro patrimonio y nuestro medio ambiente pueden hacer frente a un crecimiento económico basado en el crecimiento de la población residencial y de la población flotante turística, así como el aumento de la construcción y de las infraestructuras necesarias. Es el crecimiento de los negocios turísticos lo que explica la utilización de los recursos naturales, y la distribución espacial de las inversiones públicas y privadas provoca cambios en el uso del suelo con el boom hotelero, el boom de los apartamentos y el boom de viviendas residenciales que con las infraestructuras públicas está cambiando el paisaje. Son inversiones consumidoras de espacio con la progresiva eliminación de espacios vírgenes o de uso tradicional que puede provocar la degradación del territorio y de la propia oferta turística.
Es evidente que no podemos volver al pasado, a como era la vida antes del turismo de masas. Nadie ha planteado una alternativa creíble y mejor al desarrollo económico de las Islas que el turismo. El turismo es la industria mas importante del mundo y para las Illes Balears es la base de su prosperidad, pero se nos plantea un conjunto de retos para hacer compatible el desarrollo turístico con el mantenimiento de los recursos naturales y patrimoniales. Para eso hay que ir hacia fórmulas de turismo de mayor valor añadido. No podemos volver a depender del segmento turístico de bajo coste. El modelo de sol y playa está estancado con una competencia creciente de otros países del Mediterráneo sur y del Caribe. El camino de futuro está en el crecimiento cualitativo y en la mejora de la calidad ambiental y de las infraestructuras. No se puede edificar al ritmo de la demanda de nuevos residentes, ya que la presión de los que quieren venir es muy alta, y los impactos medioambientales serán menores si la presión de la demanda aumenta los precios, que si aumenta la construcción. El camino que se está siguiendo es la reforma y mayor categoría de la oferta hotelera y de las casas y apartamentos, ya que una oferta rígida de plena ocupación y de calidad genera ante una demanda creciente del turismo unos mayores ingresos, gracias a un crecimiento mayor en los precios que en el volumen de turistas. Deben tomarse muchas otras medidas, como un cambio radical al transporte en las islas pequeñas como Formentera y Eivissa, primando los coches y motos eléctricas, las zonas peatonales y los carriles bicis, subvencionado si es necesario estos cambios con los fondos del Impuesto de Turismo Sostenible, además de la limpieza de los bosques y la mejora del paisaje rural y urbano, y todas las inversiones que reduzcan el impacto negativo del desarrollo turístico. Esos fondos deberían dedicarse exclusivamente a estos fines.