Isabel, de 72 años, había guardado en su corazón un sueño durante décadas: ver el mar por primera vez en su vida. La idea de organizar un viaje para hacer realidad este anhelo surgió tras una conversación entre su hija Gisela y su padre, quien también había confesado nunca haber visto el mar.
Inicialmente, Gisela había prometido llevar a su padre a cumplir este deseo, pero su fallecimiento prematuro truncó esos planes. A pesar de la pérdida, este hecho fortaleció la determinación de Gisela para no dejar pasar la oportunidad de hacer realidad el sueño de su madre. Finalmente, logró organizar el viaje tan esperado, convirtiendo este gesto en un regalo muy especial que Isabel nunca olvidará.