Francia vivió una nueva jornada de protestas contra la reforma de las pensiones, con 825.000 manifestantes según el Gobierno y tres millones según los sindicatos, en la novena protesta desde marzo pasado, mientras prosigue el bloqueo de las refinerías por parte de los trabajadores, que están siendo secundados por los ferroviarios y los camioneros. Las refinerías centraban el foco de atención del país, pendiente del efecto que el bloqueo tendría en el suministro de combustible, mientras el Gobierno multiplica los llamamientos a la calma y aseguraba que no había riesgo de penuria energética.
Las doce centrales del país estuvieron cerradas en los últimos días, lo que provocó que la patronal del sector se viera obligada a hacer uso del producto almacenado. Los sindicalistas bloquearon el sábado algunos de estos depósitos, lo que provocó que más de un centenar de gasolineras se quedara sin suministro. Ahora el objetivo es la octava huelga general del martes.
La situación fue hoy más tranquila, cuando el acceso a los depósitos no fue bloqueado. Las protestas están muy bien organizadas y los incidentes son escasos, aunque ayer hubo 30 detenidos en París. Durante horas la tensión se centró en el aeropuerto de Roissy-Charles de Gaulle, el mayor del país, donde el oleoducto que alimenta las reservas de combustibles para los aviones estuvo parado y las reservas no permitían garantizar el suministro durante más de 48 horas. Sin embargo, el suministro se retomó durante la tarde.