Al menos 88 personas, la mayoría reclutas de las fuerzas de seguridad de Pakistán, murieron ayer en un doble ataque suicida perpetrado en el norte del país por los talibanes en «venganza» por la muerte de Osama bin Laden.
Fuentes policiales aseguraron que 79 reclutas y 9 civiles perdieron la vida en un doble ataque suicida frente a una academia de la guardia de fronteras (FC) en la localidad de Charsada. Quince de los cadáveres quedaron calcinados por la intensidad de las explosiones, según las fuentes, que precisaron además que hay 105 personas heridas, 25 de ellas graves.
El doble atentado tuvo lugar cuando reclutas de este cuerpo de seguridad se disponían a volver en autobuses a sus domicilios tras varios días de entrenamiento en el centro de formación. Al menos quince de estos autobuses sufrieron destrozos a causa de las potentes explosiones, de acuerdo con una de las fuentes de la policía de Charsada.
«Continuará»
El atentado fue reivindicado por un portavoz del movimiento talibán paquistaní (Tehrik-e-Taliban Pakistán, TTP), Ehsanulá Ehsan, quien en un mensaje de texto remitido a la prensa aseguró que «la venganza por (la muerte de) Osama continuará» en forma de ataques. «No enviéis a vuestros hijos (a alistarse) a las fuerzas de seguridad» paquistaníes, advirtió el portavoz en el mensaje, redactado en urdu.
Los FC, vestigio del Imperio británico, están pensados para proteger el flanco occidental del país e integrados de forma preeminente por pastunes, la misma etnia que habita las zonas tribales y de la que proceden también los talibanes.
Este es el primer gran ataque desde la muerte de Bin Laden en la norteña ciudad de Abbottabad, el 2 de mayo en una operación de EEUU, aunque aquel mismo día una bomba detonada por control remoto mató a nueve personas cerca de una mezquita. En un comunicado de condena, el primer ministro, Yusuf Razá Guilani, criticó que los insurgentes no tengan «ningún respeto por la vida humana o por la religión» y que sigan «su propia y vil agenda» política.
Guilani aprovechó para reiterar la voluntad de Pakistán de luchar contra el terrorismo, en un momento en el que la comunidad internacional ha puesto en duda la sinceridad de los esfuerzos del país y el papel de su Ejército y sus servicios secretos (ISI).