El dramaturgo y expresidente checo Vaclav Havel, icono de la lucha por la libertad política y los derechos humanos en el mundo, deja con su muerte ayer un gran vacío como referente moral en el país centroeuropeo.
La figura de Havel, que abanderó en 1989 el proceso de transición democrática bautizado como Revolución de Terciopelo, fue ensalzada por políticos y dirigentes europeos.
«Forzó una cierta dimensión humana en la política, cuando ésta es hoy una pelea, sin ningún sentido del humor, por el poder y cada uno sólo mira por sus intereses», declaró Pavlina Reznickova, primera embajadora de la Checoslovaquia democrática en España (1990-1995).
Ese idealismo del escritor fue lo que propició, según la exdiplomática, la pérdida de popularidad de Havel en su país natal, mientras que en el exterior gozó siempre de gran prestigio.
Enemigos encarnizados
Durante su último período presidencial (1998-2003), Havel se enfrentó a la clase dirigente y a uno de los líderes más influyentes, el economista Vaclav Klaus, y antiguo correligionario político del Foro Cívico (OF) en la transición democrática, por lo que ambos acabaron convirtiéndose en enemigos encarnizados.
Klaus, que sucedió a Havel en el cargo en 2003 después de casi catorce años de éste al frente de la Presidencia, reconoció ayer que el dramaturgo fue artífice del Estado checo moderno.
«Fue artífice del Estado checo moderno con su lucha sin amenazas contra el comunismo totalitario, y también una personalidad líder de nuestra Revolución de Terciopelo», indicó Klaus sobre las credenciales del primer presidente de la Checoslovaquia democrática.
El Gobierno checo ha convocado para hoy un consejo de ministros extraordinario por la muerte del insigne exmandatario.
El jefe del Ejecutivo checo, el conservador Petr Necas, quien recibió la noticia durante una entrevista en directo en la cadena estatal CT1, afirmó que «Havel todavía tenía mucho que decir a la sociedad».