El presidente de EEUU, Barack Obama, sigue volcado con el huracán «Sandy», paralizando la campaña a una semana de las presidenciales y con los dos candidatos prácticamente empatados. Mañana retoma la campaña.
Las 72 horas entre la vuelta abrupta del Air Force One a Washington tras anular un evento en Florida y la gira que emprenderá en Nevada el jueves pueden haber sido claves a la hora de asegurar una reelección que se le ha ido escapando poco a poco.
Las encuestas aún no reflejan ningún efecto, pero el inquilino de la Casa Blanca sabe que ha hecho más por quedarse en ella cuatro años en estos días que en sus viajes maratonianos por todo el país en actos electorales con una repercusión mediática mucho menor al que tiene visitar las zonas afectadas de Nueva Jersey con un acérrimo enemigo político a su lado -el gobernador republicano, Chris Christie- que no ha dudado en deshacerse en elogios hacia él.
Formidable
«El presidente ha estado formidable. Hablé con él tres veces ayer y me llamó a medianoche para preguntarme si necesitaba algo», decía Christie -posible candidato en 2016, por otro lado- en un alarde de bipartidismo insólito a unos días de una de las elecciones presidenciales más polarizadas de la historia.
La imagen de dos enemigos políticos como Obama y Christie visitando a los afectados en Nueva Jersey es además un contraste con el recuerdo de George W, Bush y la gobernadora demócrata de Luisiana, Kathleen Blanco, durante la nefasta gestión de los daños del huracán Katrina en 2005, cuando se echaron la culpa mutuamente.
El éxito de la estrategia de Obama hasta este momento se basa en tres pilares: la rápida reacción a la hora de anular su campaña, el contacto directo y permanente con alcaldes y gobernadores para darles todo lo que necesiten y el uso de la declaración de zona catastrófica como instrumento para encauzar fondos de manera rápida a las zonas más afectadas.