El exprimer ministro británico Tony Blair admitió este miércoles que las pruebas que proporcionaron los servicios de inteligencia para justificar la guerra de Irak en 2003 estaban equivocadas y expresó disculpas por las consecuencias de su decisión de iniciar el conflicto.
«La información de inteligencia que se produjo en el momento de la guerra resultó ser errónea, y las consecuencias resultaron ser más hostiles, prolongadas y sangrientas de lo que habíamos imaginado», señaló Blair en una comparecencia pública tras la divulgación del informe oficial en el Reino Unido sobre la invasión de Irak.
«Por todo eso, expreso más pena, arrepentimiento y disculpas de las del que ustedes puedan llegar a conocer o creer», afirmó Blair, que puntualizó, sin embargo, que si se hubiera dejado en el poder a Saddam Hussein, el expresidente iraquí hubiera supuesto una amenaza para la «paz mundial».
Blair sostuvo que acepta «toda la responsabilidad» sobre los errores a los que apunta el llamado informe Chilcot, que sostiene que el Gobierno subestimó las consecuencias de la guerra y no agotó todas las opciones pacíficas antes de dar luz verde a la invasión.
«Sé que hay personas que nunca lo olvidarán ni me perdonarán por aquella decisión y que piensan que la tomé de manera deshonesta. Pero, como deja claro el informe, no hubo ninguna mentira», sostuvo el antiguo jefe del Gobierno británico.
El político laborista aseguró que «no había ningún compromiso secreto para ir a la guerra» y que tomó la decisión «de buena fe».
«Sabía que era una decisión impopular», dijo Blair, que recalcó que la tomó porque pensaba que «era correcta» y que el coste en vidas humanas «iba a ser mayor a largo plazo» si decidía no intervenir.
«Lo que no puedo aceptar, como dicen algunos, es que apartando a Sadam provocamos el terrorismo de hoy en día en Oriente Medio y que deberíamos haberlo dejado ahí. Estoy profundamente en desacuerdo con eso», señaló Blair, para quien el entonces presidente iraquí era «una continua amenaza para la paz y para su propia gente».
Blair afirmó que, trece años después de la invasión, el escenario político en Irak es mejor de lo que habría sido si no se hubiera intervenido.
«Al menos en Irak, aunque presenta muchos retos, tenemos un Gobierno electo, reconocido como legítimo por la comunidad internacional, que está luchando contra el terrorismo», argumentó.
El informe Chilcot refleja que en abril de 2002, meses antes de la invasión, Blair le trasladó al entonces presidente de Estados Unidos, George Bush, su intención de apoyarle «en cualquier circunstancia».
En ese sentido, Blair sostuvo hoy que «no había ninguna prisa por ir a la guerra» y negó que en aquel encuentro con Bush se comprometiera a brindar apoyo militar para una misión en Irak.
A pesar de que la investigación oficial sobre la guerra concluye que el ataque no era el último recurso antes de renunciar a una solución pacífica, Blair aseguró que en aquel momento «tenía que tomar una decisión».
«Pensé en Sadam y su historial, en el carácter de su régimen. Pensé en nuestra alianza con América (EEUU) y su importancia para nosotros en el mundo posterior al 11 de septiembre», argumentó.