En su último «cara a cara» parlamentario con Mariano Rajoy, el presidente José Luis Rodríguez Zapatero se ha despedido con la mirada, tal vez melancólica, puesta en un futuro que a él ya no le pertenece, y por eso ha expresado su confianza en España y ha pedido líderes «que ofrezcan algo, que no solo ataquen».
Al pronunciar estas palabras se dirigía al líder de la oposición, quien además de haberle reprochado que hubiera dejado una «herencia envenenada», le acababa de sacar siete lecciones para el futuro, como siete mandamientos, extraídas de las entretelas de su mandato, todas referidas a su manera de afrontar la crisis económica.
Hoy, Rodríguez Zapatero había admitido a su llegada al Congreso que sentía «nostalgia» por la que iba a ser su última sesión de control, y había recibido algún saludo más de los habituales al sentarse en su escaño, tras entrar en el hemiciclo acompañado de su amigo y portavoz del grupo socialista, José Antonio Alonso.
Primero le ha preguntado la diputada de Nafarroa Bai, Uxue Barkos.
Quería saber el porqué de la negativa del presidente a someter a referéndum la última reforma constitucional, y ha jugado a ser su conciencia política evocando el discurso de investidura de 2004, cuando Zapatero apostaba por una democracia «cívica».
El jefe del Gobierno ha resuelto este lance calificando de «impecable» una reforma de la Carta Magna cuya materia no exigía consulta popular y que estaba obligada, como ya ha dicho muchas veces, por una crisis de dimensiones antes desconocidas.
Josu Erkoreka, portavoz del PNV, se ha ocupado de la segunda pregunta, preocupado porque la marcha del presidente abra paso a una etapa de nuevo centralismo, gobierne quien gobierne: «Son malos tiempos para el autogobierno, para la lírica del autogobierno».
Consciente de que su pregunta servía también como despedida, el nacionalista vasco le ha deseado «lo mejor», un buen sentimiento que Zapatero le ha devuelto en forma de agradecimiento político, a él y al grupo del PNV, por la «responsabilidad» según él demostrada con su apoyo al Gobierno, léase últimos presupuestos y leyes económicas.
Crítica
Finalmente, no sin cierta expectación, el líder del PP y aspirante a próximo presidente del Gobierno ha tomado la palabra para interpelar al todavía inquilino del Palacio de La Moncloa.
Lo ha hecho con su tónica habitual, recordando la herencia de los casi cinco millones de parados, el alto desempleo juvenil, la elevadísima deuda, la mala marcha de la economía, anticipando así que el balance que pedía al presidente para nada podía ser bueno.
Zapatero ha hecho notar a su oponente que había obviado en ese balance previo que el mundo entero, y no sólo España, ha tenido que afrontar la crisis más grave en 80 años, un combate «durísimo», ha dicho, por parte del Gobierno cuya peor consecuencia ha sido el paro.
Aquí ha hecho una reflexión a modo de asunción de cuentas; ha dicho que se sentía «responsable» de la «muy elevada tasa de paro» y que no podía estar satisfecho de ello.
Pero también ha sacado pecho por un momento y ha recordado a Mariano Rajoy que su Gobierno es el mismo que logró, en la pasada legislatura, la tasa de desempleo más baja de la historia.
En la réplica, Rajoy no ha relajado la dureza de sus ataques, ha calificado la herencia de Zapatero de «envenenada» y le ha ido soltando, una a una, las siete «lecciones» que según él pueden extraerse de su mandato, como la máxima de que no hay que «engañar», o que no se puede gobernar «con ocurrencias», que no se puede gobernar únicamente «por decreto-ley»...
Y tras el chaparrón, ha proclamado su convencimiento de que España «es un gran país» que superará la situación para, ya con el micrófono cerrado, despedirse del presidente con un «tenga usted mucha suerte» ahogado por los aplausos de diputados del PP.
José Luis Rodríguez Zapatero ha agradecido a Rajoy su «cortesía» y ha trasladado también su «confianza plena» en el futuro de España, pero en sus últimas palabras ha emitido un aviso para navegantes referido a lo que él cree que merece este país, una vez que él ya no va estar al frente de su Gobierno.
«La inmensa mayoría de los ciudadanos quieren responsables políticos, líderes, que ofrezcan algo, no sólo ataquen, y den confianza y futuro a España», ha concluido antes de sentarse.
Y así, como si todo estuviera en el mismo guión, ha recibido una cerrada ovación de los diputados socialistas que, puestos en pie, le han aplaudido con fuerza.
Enseguida se ha levantado para salir del hemiciclo, esta vez acompañado del otro aspirante a La Moncloa, el candidato socialista Alfredo Pérez Rubalcaba.
La imagen de ambos, conversando bajo los aplausos según salían del salón de plenos, también parecía escrita en el guión.