José Luis Rodríguez Zapatero superó ayer su última Fiesta Nacional como presidente del Gobierno "blindado" de los abucheos y pitidos de protesta de los ciudadanos que a lo lejos se escuchaban como un leve murmullo y que, durante los últimos cinco años, le acompañaron en esta jornada.
La Plaza de Neptuno, donde estaba la acorazada tribuna de autoridades y donde se han celebrado los actos solemnes del desfile de las Fuerzas Armadas, ha permanecido aislada del mundanal ruido y ni siquiera en las calles aledañas se permitía entrar a la plebe, solamente a algunos afortunados bajo previa acreditación.
En las zonas del recorrido donde se aglutinaba el común de los mortales, pantallas y megafonía pedían respeto por actos tan importantes como el homenaje a la bandera o a los que dieron su vida por España para evitar los gritos de "dimisión" dirigidos al presidente que tanto molestaron el año pasado.
No obstante, las mismas imágenes servían a algunos de los presentes para gritar "fuera, fuera, fuera" ante la presencia de un Rodríguez Zapatero al que, de vez en cuando, enfocaban las cámaras.
En resumen, la ministra de Defensa, Carme Chacón, ha conseguido que reinara la paz en este desfile militar con el nuevo formato de meter a los todopoderosos en una burbuja y que el público se apelmazara entre Atocha y la Plaza de Colón.
Por las calles también se producía otro desfile paralelo, en este caso de numerosos pobres, parados y sin techo que con un vasito de plástico o con una lata iban pidiendo dinero en estos tiempos de crisis, donde Chacón se ha esforzado en que la parada militar fuera lo más austera posible.
Miembros de Protección Civil han peleado sin descanso por evitar que la gente se encaramara a los árboles o pisoteara los geranios que decoran las céntricas calles de Madrid para intentar ver lo más posible del desfile, y alguna madre justificaba a su pequeña, que había partido la rama de un árbol, argumentando que "eso va en los impuestos".
"Con esa mentalidad, así nos va señora, eso no pasa en Europa", comentaba un inmigrante preocupado por la economía del país y porque otros niños se cayeran de algún ficus cual pájaro desplomado.
Y es que la crisis no ha pasado desapercibida en ningún estamento de la sociedad española y muchos debatían en pequeños corrillos sobre si, en tiempos de carestía, la Fiesta Nacional se debía celebrar o no.
La realidad es que ante el paso de más de 3.000 efectivos, 147 vehículos y hasta 55 medios aéreos, los aplausos han sido continuados, así como los gritos de "viva España", los cánticos de "yo soy español, español, español" y el agitar de las banderas.
Protagonista ineludible, como cada año, ha sido la cabra que abre paso a la Legión y que entre aplausos miraba a su alrededor con cara de loca o, al menos, de no entender nada.
Los que sí se han entendido han sido los candidatos del PSOE y del PP a la Presidencia del Gobierno, Alfredo Pérez Rubalcaba y Mariano Rajoy, que han departido amistosamente durante unos 15 minutos y entre quienes se ha sentado en el desfile Elvira Fernández, la esposa del líder popular, poniendo un toque cordial entre los contrincantes políticos a un mes de las elecciones.
Cuando las salvas de honor sonaban, causando un tremendo susto a los asistentes, alguno bromeaba: "¿quién ha caído Rubalcaba o Rajoy?", y es que el ambiente preelectoral se respiraba en el ambiente.
La familia real este año ha podido estar sentada y protegida del sol, para que don Juan Carlos descansara y no abusara de su tendón de Aquiles recién operado.
El monarca también ha pasado revista a las tropas en una especie de "rey-móvil" -un coche del Ejército descapotable-, en lugar de hacerlo a pie como en celebraciones anteriores.
Por lo demás, todo sigue igual en el Ejército, y los desfiles aéreos y terrestres han sido tan vistosos como siempre. Por primera vez, eso sí, dos veteranos de guerra -uno ciego y otro parapléjico, heridos en acto de servicio- han participado en el acto.