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El agente que liberó a Ortega Lara: «un error le habría condenado a muerte»

| Madrid, España |

Quince años después de la liberación de José Antonio Ortega Lara, cuyo secuestro tuvo en vilo a España 532 días, el jefe del equipo de investigación de la Guardia Civil que lo rescató rememora en una entrevista exclusiva con Efe la operación, y reconoce que cualquier error le habría «condenado» a una muerte segura.

«Fueron más de 500 días de secuestro, más de 500 días de chantaje que el Estado supo aguantar. Su liberación fue una victoria tremenda», destaca en su primera entrevista con un medio de comunicación sobre el dispositivo que puso fin al secuestro del funcionario de prisiones, del que mañana se cumplen 15 años.

Aquel 1 de julio de 1997, el actual teniente coronel jefe de operaciones en la lucha contra ETA era el responsable del operativo de la Guardia Civil que tenía, como única misión, encontrar vivo a Ortega Lara y detener a sus captores.
Un secuestro «político» que se había convertido en la «primera preocupación» de los españoles, no solo por la supervivencia del propio secuestrado, sino porque cada día que pasaba «se chantajeaba un día más al Estado», subraya.

«Bol», un nombre clave que fue la pista decisiva

Durante aquel año y medio largo de secuestro, la Guardia Civil siguió sin éxito decenas de pistas, hasta que una nota encontrada en una agenda intervenida a un cabecilla etarra detenido en Francia encendió una luz de esperanza en los investigadores.

La inscripción «Ortega 5K», seguida del monosílabo «BOL», llamó la atención de los agentes, que estaban convencidos de que la nota significaba el pago de «5 kilos» -5 millones de pesetas- a un tal «BOL» para el mantenimiento del secuestro.
A partir de ese momento se inició una carrera contrarreloj para identificar a «BOL».

En el punto de mira apareció José Manuel Uribetxeberria Bolinaga, un hombre de mediana edad, vecino de Mondragón, individuo ya conocido por la Guardia Civil y que frecuentaba una nave industrial de la localidad en compañía de otros tres compinches.

«Había que ir con pies de plomo», afirma el teniente coronel, que reconoce que cualquier «patinazo» en los seguimientos que hubiera alertado a los secuestradores habría sido «letal» para Ortega Lara.

La discreta vigilancia de la Guardia Civil confirmó sus sospechas: los terroristas acudían varias veces cada día al local y compraban comida que después no consumían, por lo que allí tenía que estar el secuestrado.

«El tiempo corría en nuestra contra» porque «cualquier error nuestro lo habría condenado», destaca el jefe de la investigación que pidió actuar de inmediato y detener de forma simultánea a Bolinaga y a su cuadrilla en la madrugada del 1 de julio.

El etarra, a sangre fría, lo niega todo

En plena noche y en presencia del juez Baltasar Garzón, llegado desde Madrid para coordinar el dispositivo, agentes especiales de la Guardia Civil entraron por la fuerza en la nave ante el peligro de que en su interior se escondieran terroristas armados.

Pero no había nadie, tan solo maquinaria arrumbada y ningún indicio de Ortega Lara.

Uno de los captores detenidos, a quien la Guardia Civil condujo al registro, lo niega todo con absoluta sangre fría y dice que allí solo guarda un perro, a sabiendas de que condena al funcionario a morir de hambre.

Entretanto, a pocos metros bajo tierra, oculto por una pesada máquina, aguarda Ortega Lara desde hace año y medio, ajeno al ajetreo que hay unos metros más arriba.

«Las horas pasaban y cundía el desánimo», recuerda el guardia civil, que reconoce que solo el empecinamiento de los agentes, que inspeccionaron palmo a palmo el edificio durante varias horas, impidió que muriera abandonado.

Tras horas de búsqueda infructuosa, fue una pieza móvil detectada en una de las máquinas y que fue forzada a mano por los guardias civiles, la que consiguió abrir una pequeña rendija en aquel angosto agujero.

«En ese momento el etarra se derrumbó y confesó que allí estaba Ortega Lara», recuerda triunfal.

Ortega Lara, «un náufrago» con la mirada perdida

La visión de Ortega Lara al sacar la cabeza del agujero, «como un auténtico náufrago, con los ojos perdidos» no se le borrará jamás de la memoria.

Antes de ayudarle a salir, entró en el zulo otro especialista de la guardia civil que lo encontró agazapado en el cubil, creyendo que le llegaba la muerte.

«Recuerdo como sacó la cabeza del zulo y al ver el gentío que había alrededor se metió de nuevo para adentro», relata con cierta tristeza el teniente coronel, que comprende el «miedo» y la «inseguridad» que sentía un ser humano que llevaba 532 días encerrado, casi sin luz y sin hablar con nadie.

Pocas horas después y tras ser atendido en un hospital, Ortega Lara se reencontró con su familia en Burgos: una imagen del horror que dio la vuelta al mundo.

«A nivel humano, devolverle a la vida, no tuvo precio», confiesa.

El secuetro de Miguel Ángel Blanco, «la venganza de ETA»

Tras la alegría por la liberación del funcionario de prisiones llegó la «venganza de los terroristas": el secuestro y asesinato de Miguel Ángel Blanco.

El 10 de julio de 1997, diez días después del rescate de Ortega Lara, la banda secuestraba al joven concejal del PP de Ermua (Vizcaya) y daba al Gobierno un ultimátum de 48 horas para el acercamiento de presos etarras a cárceles del País Vasco.

Como ocurrió con el secuestro del funcionario, el Ejecutivo no cedió al chantaje y Miguel Ángel Blanco apareció dos días después herido de muerte de dos disparos en la cabeza.

«La suerte que tuvimos con Ortega Lara nos faltó con Miguel Ángel Blanco», lamenta el teniente coronel, que revela que a pocos metros de donde apareció su cuerpo, en las cercanías de Lasarte, había algunos guardias civiles peinando la zona.

La ETA que hemos conocido «ya no volverá nunca»

Quince años después y con el anuncio del fin de la violencia por parte de ETA, el actual jefe de operaciones de la Guardia Civil en la lucha contra la banda terrorista lo tiene claro: la ETA que tuvo «contra las cuerdas» al Estado durante años «ya no volverá nunca».

«ETA está donde está porque el Estado de Derecho no le ha dejado otra opción» y porque la banda y su brazo político se han convencido de que «no podían ganar» y de que «la guerra la habían perdido».

Eso sí, no duda de que ETA y su entorno tratarán de presentar su derrota como una victoria e intentarán sacar rédito político de su final, aunque advierte: «si en los años en que estuvieron fuertes no consiguieron doblegar al Estado, ahora menos».

Tampoco ve probable el responsable de la Guardia Civil una hipotética escisión en la banda que optara por regresar a las armas y volver a los atentados.

«La información que tenemos es que la sensación de derrota es algo interiorizado en todos y por eso es muy difícil que alguien se apunte a caballo perdedor», concluye.

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