El secretario general de los socialistas, Alfredo Pérez Rubalcaba, cree que en este momento de dificultad de su partido, que coincide con el trigésimo aniversario de la victoria de Felipe González en las elecciones del 28 de octubre de 1982, es necesario «cambiar el PSOE para que siga siendo el PSOE».
Los socialistas celebran hoy los treinta años de su primera mayoría absoluta de la democracia -202 de los 350 diputados del Congreso, una cifra no superada desde entonces- justo cuando atraviesan su peor crisis de crédito electoral.
Rubalcaba ha reflexionado sobre ello en un artículo que publica en su cuenta de Facebook, donde admite que «es evidente» que el aniversario «no coincide con el mejor momento del PSOE».
Convencido de que un partido no vive para reivindicar su pasado, sino para actuar sobre el presente y mejorar el futuro, Rubalcaba señala que la mejor manera de evocar aquel momento histórico es reafirmarse en lo que siempre han sido: «Un elemento vertebrador imprescindible para la sociedad española y un poderoso instrumento en la defensa de la libertad, la justicia y la igualdad».
Para ello, considera que «hace falta trabajo, mucho trabajo, e inteligencia para defender con nuevas propuestas» los principios y los valores de su partido.
«Tenemos que adaptarnos para ser más fieles a nosotros mismos. Dicho de otra forma: debemos cambiar el PSOE para que siga siendo el PSOE», asegura.
Rubalcaba valora asimismo el progreso de España desde 1982 y, aunque dice que «es un logro colectivo» de toda la sociedad, apunta que los socialistas pueden pensar «legítimamente» que fueron «sus principales impulsores».
El PSOE también ha colgado un vídeo conmemorativo en Internet, con imágenes de aquel día y que termina con unas palabras actuales de Felipe González recordando que el 28-O recogió las aspiraciones de cambio de la mayoría de la sociedad, no sólo de los votantes socialistas, sino también de otros más a la izquierda y del centroderecha.
Según González, lo que impulsó el cambio fue el deseo de modernización del país, incluido su aparato productivo que estaba en crisis, así como el de descentralización del poder, la apertura de España a Europa y el fortalecimiento de la democracia que todavía se veía amenazada por la involución y el terrorismo.