La planificación de la masacre de París a las puertas de la Cumbre Climática y cuando Francia había incrementado sus operaciones aéreas sobre el autodenominado Estado Islámico demuestra que los lobos suicidas y quienes les mandan no buscan sólo desatar horror, sino también provocar al Gobierno de París y a las democracias. Siguiendo el principio acción-reacción-acción, los fanáticos incitan a los que creen en la libertad a contragolpear militarmente con mayor firmeza. Los terroristas buscan ser 'víctimas' ante los 1.500 millones de musulmanes del planeta No lo lograrán. Estos fanáticos son una minoría acosada. El coraje racional que da la fe en la paz y en la tolerancia, común a todas las religiones, se impondrá a la furia ciega.
Ataque a todos. Hollande ha calificad la matanza de "acto de guerra". Es una afirmación clave porque, según los estatutos de la OTAN, el ataque a un Estado miembro se transforma de facto en una agresión a todos los que conforman la organización. Obliga a las democracias a comprometerse en la lucha. Sus escuadrones de cazabombarderos han desarrollado acciones en las últimas fechas, incluido un campo petrolífero en manos islamistas. Su portaaviones nuclear estaba a punto de zarpar. Pero una intervención terresre en el desierto generaría el incremento del odio. Beneficia a los terroristas. Eso es lo que buscan.
Serenidad e inteligencia. El principal objetivo democrático es preventivo: interceptar a los lobos suicidas, ganar la batalla lentamente y demostrar a la inmensa mayoría de musulmanes, personas pacíficas y nobles, que las democracias no son agresoras. No estamos ante una guerra de religión, sino ante la lucha contra un lobby de criminales. La solución no es enviar tanques e infantería europea a Siria. Los fanáticos habrían logrado un éxito estratégico frente a sus 'enemigos cruzados'. En estas hoas aciagas y dolorosas debe imperar la inteligencia.