Meses después de la aplicación del artículo 155 de la Constitución, Cataluña sigue sin dar una solución política coherente para poner fin a la suspensión de la autonomía catalana. Da la sensación de que los actuales políticos prefieren aferrarse al artículo 155 en lugar de buscar una salida e iniciar un nuevo camino, sin derivas independentistas ni soberanistas. Aún sorprende que se intente que Carles Puigdemont, huído de la justicia, se convierta en el próximo presidente de Cataluña sin ir ni siquiera a someterse a la investidura, por plasma, como diría Sánchez. ¿Y si es elegido presidente? ¿Seguirá gobernando desde Bruselas?
Sensatez, por encima de todo.
El problema de Cataluña es muy complejo, sin duda, y el Gobierno de Rajoy lo ha infravalorado desde el primer día. Ahora las soluciones no son fáciles y las heridas sociales son profundas y tardarán mucho tiempo en curarse. Pero se esperaba que después del referéndum ilegal del 1 de octubre se plantearía un nuevo escenario político. No ha sido así. Sorprende que el nuevo presidente del Parlament, Roger Torrent, se mantenga en su propuesta de investir a Puigdemont, y que desde ERC planteen la posibilidad de que se elijan dos presidentes, uno ejecutivo y otro simbólico. Definitivamente, se ha perdido la sensatez. Y conviene recuperarla con urgencia.
Soluciones ya.
Repetir elecciones sólo alargaría la solución al problema. Porque lo más lógico es que se repitiesen los resultados electorales de las pasadas elecciones y el escenario político volvería a estar en el mismo punto. La solución pasa por elegir a un presidente entre las fuerzas independentistas, que son las que han conseguido más escaños. Esa es la realidad y hay que respetarla, pero seguir pensando en hacer presidente a un fugado de la justicia es una frivolidad política que Cataluña no puede permitirse. O eso o seguir con la aplicación del 155. No hay más alternativas.