La economía de las Pitiusas es fuerte y dinámica. El tejido empresarial, aunque dependiente del monocultivo turístico y del sector servicios, permite que se cree empleo y por tanto riqueza. Pese a la gran estacionalidad que acarrea el turismo, es una evidencia que los negocios abren cada vez más días al año y por tanto, más trabajadores salen de las listas de desempleados y permanecen en ellas menos tiempo. Esta coyuntura ha permitido que se pueda abordar una muy necesaria subida salarial en los sectores que presentan mayor rentabilidad empresarial, como ha sucedido con el sector hotelero. Y es de esperar que conforme se afiance la recuperación económica y todos los parámetros vayan siendo similares al inicio de la crisis, otros sectores productivos sigan la senda de aumentar los salarios, lo que contribuirá también a avivar el consumo doméstico y también la recaudación de impuestos.
Buscar el consenso.
Pese a todo esto hay quien sigue planteando, desde postulados radicales y muy alejados de la realidad, que la actividad empresarial debe ser frenada u obstaculizada con normas intervencionistas que acaben por desincentivar la inversión productiva. En algunas instituciones este mensaje a calado y en lugar de buscar la colaboración público-privada, se toman decisiones de forma unilateral que acaban resultando perjudiciales para la actividad empresarial y por tanto, también para los trabajadores y para el bien común. No se trata de permitir que cada cual haga lo que le venga en gana, en absoluto, pero sí de ser cuidadosos a la hora de regular determinados aspectos de cualquier actividad económica, de forma que se cuente con el consenso de los afectados y en todo caso, si ello no es posible, de reducir al máximo los posibles efectos negativos que las decisiones que se adoptan en los despachos de las instituciones puedan conllevar.
Estabilidad jurídica.
Hacerlo de otro modo implica un aumento de la conflictividad y, sobre todo, una gran inestabilidad jurídica. No es aceptable que cada cuatro años cambien normativas esenciales para el funcionamiento de nuestro tejido productivo. Porque la inestabilidad es un elemento desincentivador de la inversión empresarial. Por ello hay que hacer un llamamiento a todas las Administraciones para que huyan de radicalismos y busquen favorecer la actividad empresarial de acuerdo a un marco normativo estable y sin sobresaltos. Sin actividad empresarial no hay progreso posible.