Estamos viviendo momentos muy complicados para la clase política. El deterioro de la imagen de los políticos es constante y se empeñan en que la situación empeore día tras día. El último episodio sobre el falso master de Cristina Cifuentes ha provocado un auténtico tsunami y ha desvelado otros casos similares entre políticos españoles. Sin embargo, lo más sorprendente es cómo los partidos protegen a estos supuestos defraudadores en lugar de apartarlos de la vida política. Los mentirosos no pueden gestionar público. Los que dicen tener un título que no tienen no son de fiar y, por lo tanto, los ciudadanos no pueden permitir que sigan en puestos de responsabilidad.
El ‘y tú más'.
El PP debería analizar profundamente qué camino quiere seguir: si el de la regeneración o, por el contrario, el que ha conseguido que las encuestas ya den por ganador en las próximas elecciones a Ciudadanos. La defensa que hacen los dirigentes populares sobre el asunto de Cristina Cifuentes es un insulto al ciudadano, una bofetada al sentido común y, lo peor de todo, ampara a una dirigente política capaz de permitir el desprestigio de toda una universidad para defender sus mentiras. El PSOE tampoco está para dar muchas lecciones al respecto cuando su portavoz en Madrid mintió sobre una licenciatura que no tenía. Y además fue profesor de una materia de la que no era licenciado. Pedro Sánchez ha decidido atrincherarse y no tiene intención de prescindir de José Manuel Franco, que al parecer es amigo personal del líder socialista. Y el Podemos ya ha dimitido un dirigente de Galicia por decir que tenía un título por el que únicamente soñó, pero que no era real.
Reacción urgente.
Los partidos políticos, lejos de reflexionar sobre el lamentable espectáculo que están ofreciendo, sólo tienen una consigna: defender a los suyos. Y gracias a esta estrategia el deterioro de la imagen de los dirigentes políticos ante los ciudadanos ya no tiene adjetivos posibles, pero tampoco parece que vaya a cambiar la situación. Por desgracia no se salva nadie.