El brote de coronavirus detectado en la ciudad china de Wuhan está generando una lógica alarma por su creciente expansión, alimentada porque los datos llegan de manera confusa. Ayer, el conocido doctor Cavadas apuntó en un canal de televisión que la incidencia de la enfermedad es muy superior a la que se ofrecen por los canales oficiales, una afirmación que no han corroborado los organismos internacionales. Lo cierto es que la población mundial asiste con preocupación a la expansión del virus que, conviene advertirlo, tiene una tasa de mortalidad baja: el 2,2 por ciento. La reacción de la comunidad científica ha sido inmediata, el objetivo es buscar un tratamiento eficaz contra la enfermedad.
Mundo globalizado.
Desde que trascendieron los primeros casos en la ciudad de Wuhan, en diciembre del pasado año, el coronavirus ha acaparado una enorme atención mediática ante el peligro que representa su expansión. A pesar del aislamiento del foco inicial, que afecta a millones de personas, decretado por las autoridades chinas, lo cierto es que crece el goteo de nuevos casos de personas afectadas, dentro y fuera del país. Incluso en varios Europa. La movilidad en los momentos actuales dificulta el control del vector biológico del coronavirus. La preocupación, por tanto, es –aún sin caer en falsos alarmismos– lógica.
Impacto económico.
Mientras se está a la espera de los resultados de las investigaciones médicas, las consecuencias económicas de la expansión del coronavirus ya han alcanzado a Balears. Los viajes a China se están cancelando, estos días eran habituales los desplazamientos con motivo del Año Nuevo chino, y en Roma se ha paralizado en puerto un crucero procedente de Mallorca, el Costa Esmeralda, con cuatro ibicencos a bordo, aunque los primeros análisis han resultado negativos. Las autoridades sanitarias de las Islas han activado todos los protocolos de prevención. En este tipo de situaciones no hay otra opción que confiar en los expertos y seguir sus recomendaciones.