Desde la Asociación de Cadenas Hoteleras, en boca de su presidente, Gabriel Llobera, se aventura un escenario de una temporada turística en Balears con sólo la mitad de los establecimientos abiertos; y eso atendiendo a una proyección optimista de la evolución de la epidemia del COVID-19. Los planes de apertura escalada del confinamiento apenas dan margen para evitar un panorama desolador, entre otras razones porque la magnitud de la alarma sanitaria y de la crisis económica asociada es de magnitud planetaria. Todavía no hay datos concluyentes, pero es preciso trabajar para aliviar un escenario que no puede calificarse de otro modo que catastrófico.
Sin mercados emisores.
Una circunstancia que en crisis anteriores ha supuesto una ventaja para la principal industria balear, la dependencia de las economías extranjeras, es, en esta ocasión, un serio inconveniente. El golpe que el COVID-19 está generando en nuestros principales mercados turísticos emisores –Alemania, Gran Bretaña, Francia e Italia–hace inviable normalizar la temporada. El impacto económico en todos estos países es tan brutal como en España, cuestión a la que se tienen que añadir aspectos básicos para el mínimo arranque del sector: el tráfico aéreo, doméstico e internacional. Todas las flotas están en tierra y nada indica que a corto o medio plazo esta situación vaya a modificarse.
El turismo nacional e interinsular.
Con este panorama, la única opción viable es tratar de ampliar la cuota de turismo nacional y, aunque en menor medida, el interinsular. Es preciso arbitrar fórmulas de promoción que sitúen Baleares entre las opciones de destino vacacional durante los próximos meses, en la medida que se puedan relajar las medidas de confinamiento y las conexiones con la Península se normalicen. En esta estrategia, el papel del Govern será determinante y la acción conjunta con el sector es clave para la supervivencia.