El mes de junio está llegando a su final. Un mes en el que muchos pequeños y medianos empresarios se han animado a abrir para empezar su actividad y en el que pequeños hoteles también se han empezado a poner en marcha con un tímido y poco representativo turismo interinsular y peninsular. Tras una exaltación de ánimo por el fin del estado de alarma y la libertad de movimientos, la sombra de la incertidumbre económica y turística vuelve a planear sobre Ibiza y Formentera.
Pocas reservas.
Los hoteleros se muestran prudentes, y a la vez realistas, respecto al mes de julio y afirman que abrirá un máximo del 20% de la planta hotelera. Las reservas, por el momento, avanzan a un ritmo muy lento. Históricamente, julio ha sido un mes muy bueno para Ibiza. Sólo hay que ver los números del año pasado: en julio de 2019 llegaron a las Pitiusas 588.122 turistas nacionales e internacionales, que dejaron un gasto en el destino de 677 millones. De enero a julio del año pasado llegaron a Ibiza y Formentera 1,7 millones de turistas, que desembolsaron 1.651 millones en sus vacaciones, según los datos del Ibestat. La crisis sanitaria del coronavirus ha frenado de golpe el turismo y, por ende, la economía pitiusa y es inevitable que tarde en recuperar su buen ritmo. El alargamiento de los ERTE hasta el 30 de septiembre y no hasta final de año y su falta de flexibilidad tampoco ayudan a generar confianza para abrir los establecimientos turísticos.
El futuro.
Las esperanzas están puestas en los meses de agosto en adelante, incluso octubre y noviembre, para intentar salvar algo de esta temporada turística de 2020. Todo ello con la mirada puesta a la evolución de la pandemia y los rebrotes que puedan darse por un aumento de la movilidad individual. Una temporada de la que dependen miles de personas y que, sin duda, será recordarda como la más extraña y dura vivida jamás en Ibiza y Formentera.