En la multiplicación de los panes y los peces contemplamos que el Señor quiere la colaboración humana. Esta es la manera de actuar del Señor. Al atardecer dijeron a Jesús los discípulos: despide a la gente para que vayan a las aldeas a comprarse alimentos.
El Señor les contestó, no tienen necesidad de ir, dadles vosotros de comer. Los trozos de pan se multiplican en las manos de Jesús. Luego los discípulos lo reparten a la muchedumbre. Pocas cosas aportan los discípulos: cinco panes y dos peces. En este relato evangélico se pone de relieve a Jesús lleno de compasión ante las necesidades ajenas, ante las personas sufrientes.
Curó enfermos, reconfortó con su palabra y con el alimento material. Muchas son las obras que Jesús realizó en aquella intensa jornada. Jesús sentía la necesidad de hablar con su Padre Dios.
Necesitaba acudir al Padre entre los avatares cotidianos de la vida: Todos nosotros necesitamos sentir hambre de paz, recogimiento, silencio y amor para estar con el Señor. A Jesús lo tenemos muy cerca en nuestras iglesias.
Ante la fe en la presencia eucarística, donde está realmente como en el Cielo. Como dice San Juan Pablo II, Dios siempre nos espera en la Eucaristía hace XXI siglos. El compendio y la suma de nuestra fe es la Santísima Eucaristía. Por la celebración eucarística nos unimos ya a la liturgia del cielo, y anticipamos la vida eterna cuando Dios será todo en todos.
La multiplicación de los panes es una hermosa figura de la Santísima Eucaristía. Como Jesús debemos tener compasión ante la terrible realidad de la pandemia que afecta y hace sufrir a miles y miles de personas en este mundo.
Ciertamente podemos afirmar que es incontable el número de personas que trabajan incansables, exponiendo incluso su vida, para salvar la vida de otras personas. Esto significa que Dios se sirve de muchas personas que manifiestan su gran corazón.
Sed misericordiosos, nos dice el Señor, y alcanzaréis misericordia.