Este periódico publicaba ayer que los turistas británicos que abandonan Ibiza para regresar a su país simplemente han tenido que rellenar un formulario y comprometerse a que estarán dos semanas aislados. A la hora de los controles para garantizar que cumplen la cuarentena, las autoridades británicas no dan señales de vida.
Es decir, se decreta una medida extraordinaria que ahonda aún más la crisis que vive el turismo en Europa, pero especialmente en España, y, además, se obliga a los ciudadanos británicos a cambiar sus vacaciones y, en algunos casos, a perder el dinero del transporte y alojamiento, pero cuando llegan a Gran Bretaña no hay ningún control efectivo de los ciudadanos británicos.
Tiempo para rectificar.
Normalmente Gran Bretaña es un país que actúa de forma rigurosa y planificada, pero con la crisis de la COVID-19 el Gobierno de Boris Johnson ha tropezado muchas veces y ha errado en las medidas para controlar la pandemia.
Porque no podemos olvidar que Reino Unido es uno de los países con un mayor porcentaje de infectados y fallecidos por el coronavirus. Por ello, resultaría poco serio que la cuarentena para los turistas que visiten España no sea una cortina de humo para tapar las carencias del Gobierno británico, si bien hay muchos indicios para malpensar sobre la gestión del gabinete de Johnson.
Recuperar la normalidad.
Sería deseable que el Gobierno británico reaccionase y, al menos, no castigase a destinos turísticos como Ibiza, en los que la pandemia ha sido controlada con mayor rigor que en el propio Reino Unido.
Por ello la cuarentena debe finalizar. Y el Gobierno de Sánchez debe dar todos los pasos para que España recupere la reputación perdida por este episodio de la cuarentena británica.
La economía tiene que despegar y para ello los turistas británicos tienen que venir sin ninguna restricción por culpa de un Gobierno como el de Johson que no ha hecho los deberes con la gestión de la COVID-19.