El caos aéreo tiene consecuencias inmediatas sobre los pasajeros, sus primeras víctimas y a quienes se debe el mayor de los respetos. Pero la lista de perjudicados es muy extensa porque las compañías también sufren efectos negativos siendo otro eslabón de una larga cadena de lesionados que acaba en la economía general.
De no resolverse esta situación, España, y en particular Balears, puede vivir un verano económicamente desastroso. Los ingresos de España por el concepto turístico suponen un porcentaje tan espectacular que, sin ellos, no habríamos llegado a la óptima situación económica en que nos encontramos. En cuanto a las Balears, el turismo es, simple y llanamente, nuestra única fuerza de supervivencia.
Incapaces de haber encontrado una alternativa económica, el turismo es nuestro maná puesto que cae del cielo con generosa abundancia. Pero si este cielo sufre un caos como el actual, perjudicará nuestra estabilidad y nuestra evolución económica. El Gobierno central debe considerar asunto de Estado la solución de este problema. Y el presidente Aznar debería entrar a fondo, con todos sus recursos políticos y administrativos, para resolver una situación que podría sacarnos de la carrera hacia el euro de no haber estado ya en él.
No se trata, por tanto, de los perjuicios a los viajeros, sino de una seria amenaza a la economía balear en particular y a la española en general. El caos aéreo puede derivar en una crisis de proporciones inimaginables si el sector turístico se resiente y el prestigio español sufre un duro golpe.
No estamos, por tanto, ante una situación cuya solución pueda confiarse al azar y al desarrollo normal de los acontecimientos. El Gobierno español debe actuar decididamente, y el de Balears tomar conciencia de la gravedad de la situación.