La presidencia federal de Izquierda Unida parece haber seguido el sendero que antes tomaron Partido Popular y PSOE en el larguísimo proceso preelectoral que viven las Pitiüses. Los órganos nacionales de los partidos de ámbito estatal parecen reaccionar de igual manera ante los extraños cauces por los que corre la política insular: rechazando prácticas que no se aceptan como norma. A diferencia, sin embargo, de las de los otros dos partidos, la postura refrendada ayer por el máximo órgano de Izquierda Unida mediante un resultado abrumador (catorce votos a favor del rechazo, tres abstenciones) no tendrá presumibles efectos prácticos en el Pacte Progressista y éste podrá llevarse a cabo sin mayor prejuicio. Registrado quedará, sin embargo, el comentario que ayer realizaba Telly Lorenzo, la avanzadilla insular en el aparato de Anguita: «El PSOE ha engañado a todas las demás organizaciones y ha desautorizado el trabajo realizado durante dos años», poniendo en evidencia de nuevo las diferencias existentes entre los dos partidos mayoritarios de la izquierda nacional. No en vano, el PSOE se vio obligado a echar marcha atrás en el acuerdo ya formal de que la fórmula elegida para que los progresistas acudieran a las urnas de forma conjunta sería a través de una agrupación de electores; a cambio, se ha tenido que cerrar la de coalición, algo que siempre ha esquivado la formación que lidera Julio Anguita. Con este pronunciamiento, IU cumple su objetivo formal de hacer prevalecer su directriz de «programa ante todo» y deja a los órganos insulares la responsabilidad de romper la norma.
Las Pitiüses parecen destinadas a convertirse en un laboratorio político que requiere de experiencias que Madrid no parece dispuesta a aceptar. Los grandes partidos parecen olvidar que la descentralización fue la gran baza de la Constitución.