E l secretario general de la OTAN, Javier Solana, dio ayer la orden definitiva del alto en fuego en Yugoslavia, por lo que cesaron, de forma oficial, todas las operaciones bélicas que ya había sido suspendidas hace unos diez días, a raíz de los últimos acuerdos que comenzaron a cumplimentarse y que culminaron, ayer mismo, con la retirada de las últimas fuerza militares serbias, las policiales y las paramilitares.
Por otra parte, se ha llegado a un acuerdo de entrega de las armas por parte de la milicia albano-kosovar, que tiene de plazo hasta fin de mes para hacer efectivo el pacto. También se ha consensuado con Rusia la presencia de su ejército en tierra yugoslava y la entrevista entre Clinton y Yeltsin en Colonia ha servido para limar las primeras graves asperezas surgidas desde el fin de la guerra fría, debidas a la aspiración rusa de no quedar marginada de las grandes decisiones.
De otra parte, el G-7 y Rusia "o sea, el estrambótico G-8", ha decidido que la reconstrucción de Kosovo ha de correr exclusivamente de parte de Europa, lo mismo que la de Serbia cuando llegue el momento, que no ha de ser sino cuando Milosevic abandone el poder y se establezca una situación al menos predemocrática.
Comienza, pues, a partir de ahora mismo, la tarea de normalizar toda la región, reconstruyendo lo que se haya destruido y procurando un dificilísimo equilibrio de convivencia entre etnias, religiones e intereses políticos que han sido los causantes de esta tragedia humana que se está descubriendo en toda su intensidad con la aparición de las terribles pruebas del genocidio del régimen de Milosevic. Una de estas tareas será la de atribuir las responsabilidades a los culpables y no criminalizar a todos los serbios, muchos de ellos víctimas de la tragedia.