Ahora que nos encontramos en plena vorágine turística y que la carretera principal de la isla ofrece casi todas las mañanas imágenes como las que hoy se reflejan en nuestro periódico, ha llegado el momento de pisar el freno y reflexionar. Atrás, hace escasos meses, quedan aquellos titulares y fotografías que aparecían en los medios de comunicación donde nuestros políticos explicaban las soluciones que se habían adoptado para mejorar y acabar de una vez por todas con ese punto negro de la circulación que es el cruce de las discotecas.
Había que creérselo o intentarlo, al menos, pero una vez más la realidad ha colocado a cada uno en su sitio y nadie duda de que esas medidas han fracasado. Los semáforos, parece ser y así lo reconoce la propia Conselleria de Obres Públiques, no cumplen su misión, y el peligro que existía otros años sigue latente en este tramo kilométrico.
La mejor prueba de que el asunto se ha complicado y se ha escapado de las manos de nuestros políticos es la intervención que tuvo que realizar ayer la Guardia Civil, un cuerpo escaso y necesitado más que nunca de efectivos, que debe multiplicarse para intentar poner orden en un lugar donde desde hace varias temporadas está instalada la ley del desorden y el caos. Y así, difícilmente, se puede atajar el problema.
Es el momento de implicar de una vez a todas las instituciones y discotecas sin excepción y de acelerar en conseguir solucionar un problema que en los últimos años ha costado la vida de varios jóvenes. «Ibiza» es igual a diversión, y eso de noche lleva problemas, por eso sólo con el verdadero compromiso de las instituciones y las discotecas se puede eliminar un peligro que a la larga perjudica a todos. No se trata de cerrar discotecas, se trata de lograr una carretera segura y transitable para todos y para nuestra imagen.