Un vídeo grabado por un conjunto de ONG a raíz del Día Mundial Contra el Sida no podía tener un encabezamiento más explícito referido a la conveniencia del uso del preservativo: «Pecado es no usarlo». Un asunto que ha acabado por enfrentar concretamente al Gobierno del brasileño Lula con los obispos de su país. Por primera vez, la jerarquía eclesiástica de Brasil, hasta ahora coincidente con la política de Lula, se ha sumado a las doctrinas del Vaticano en lo concerniente a las condenas por el uso del condón.
La Conferencia Episcopal de Brasil venía manteniendo posturas sorprendentemente abiertas en materia de sexualidad en un país en el que el sida había disminuido un 50% gracias a las campañas de prevención y a los medicamentos gartuitamente distribuidos por el Gobierno. Pero la ortodoxia vaticana ha obligado a los obispos brasileños a rectificar. Ante ello, el Gobierno ha reaccionado con firmeza, reafirmándose en sus posturas.
Obviamente, tienen razón Lula y los suyos cuando establecen que un punto de vista religioso no tiene nada que ver con verdades científicamente comprobadas -los beneficios del uso del preservativo en la prevención del sida-, y que la la vida es un hecho lo suficientemente valioso como para dejar atrás cualquier prejuicio. Un Estado, cualquier Estado, tiene la obligación de velar por la salud física de sus ciudadanos, más allá de otros criterios relacionados con valores supuestamente espirituales. Si en Brasil lo realmente importante es detener el avance del sida, no procede atender a otras circunstancias. Y el Gobierno de Lula hará muy bien en mantener su independencia de opinión, incluso si ello le pudiera llevar a un enfrentamiento con la jerarquía eclesiástica de un país particularmente amenazado por la plaga de fines del siglo XX.