El Consorci per a la Rehabilitació Integral de Barris y la Fundació Patronat Obrer de Sant Josep acaban de firman un convenio que permitirá poner en marcha una iniciativa pionera en Balears y que, en cambio, ya hace años que funciona en otras ciudades españolas. Se trata de la creación de una bolsa de «canguros» subvencionados para que cuiden a los hijos de las madres trabajadoras que no pueden permitirse pagar a una cuidadora y cuyos horarios no coincidan con los de las guarderías. Una iniciativa loable desde cualquier punto de vista pero, como siempre, insuficiente.
Conciliar la vida laboral y la vida familiar es una tarea titánica que requiere, por norma general, de unos generosos ingresos económicos -poco frecuentes en el caso de las mujeres- o bien de una red de apoyo social solidario que implica a todas las mujeres de la familia -madres, abuelas, tías, cuñadas-, amigas o vecinas. Sólo así es posible para muchas madres seguir acudiendo al trabajo, porque las guarderías, públicas o privadas, funcionan con un horario de ensueño que únicamente coincide con el de las funcionarias.
De todo ello es resultado el bajo índice de natalidad y el retraso en la edad de la maternidad en nuestra sociedad. Por eso es loable el esfuerzo que ponen estas dos entidades para facilitar el acceso al trabajo de madres con pocos ingresos y de barrios populares.
Pero madres hay muchas, en todos los barrios y en todas las condiciones económicas, que encuentran verdaderas dificultades para compaginar el horario laboral con el cuidado de sus hijos. A ellas también habría que tenerlas en cuenta -aunque el servicio no fuera del todo gratuito- y para ello están las instituciones públicas: ayuntamientos, Consell y Govern, cuya tarea social es más bien escueta.