Confirmado. El grupo de países que comparten la divisa europea, la llamada eurozona, han entrado en recesión económica, una situación que en el caso de España no se producía desde hace quince años y que adquiere una dimensión especialmente preocupante en el caso de Balears debido a que los principales emisores turísticos -Gran Bretaña, Alemania e Italia- son también víctimas de esta situación. De momento, sólo la economía francesa se salva del diagnóstico común de crisis. Por fortuna, en la tasa interanual, la economía de la zona euro creció un modesto 0'7 por ciento, un dato del Producto Interior Bruto casi anecdótico.
El dato referido a España, descenso del 0'2 por ciento en el último trimestre, está en la línea de las previsiones realizadas por el Banco de España que atribuyen esta coyuntura desfavorable no sólo al descenso de la demanda interna sino, también, a la fuerte inestabilidad de los mercados financieros.
En este contexto, la reunión prevista para hoy en Washington adquiere una inusitada trascendencia. Los principales motores de la economía mundial están agotándose y los esfuerzos realizados hasta ahora -inyectando cantidades astronómicas de dinero en el sistema- no han logrado, por el momento, estabilizar los mercados financieros y devolver la confianza a los inversores.
No cabe esperar resultados milagrosos del encuentro de hoy en la Casa Blanca del G-20, pero la reacción a los primeros mensajes que se lancen al término de la reunión permitirán vaticinar si se logra encaminar la economía mundial en la senda de la recuperación o, por el contrario, se mantiene este grado de incertidumbre que hace suponer una crisis larga y dolorosa. De lo que no cabe duda es de que ningún país podrá salir solo de este pozo.