a propuesta lanzada por el ministro de Fomento no es, por ahora, más que eso, una propuesta, pero ha servido para abrir un debate en torno a la conveniencia de aumentar los impuestos a las rentas más altas para obtener fondos con los que financiar las ayudas a los parados que se quedan sin cobertura y mantener las inversiones públicas. En momentos de crisis hay que arrimar el hombro. Este planteamiento es justo, pero siempre y cuando no perjudique a la clase media.
El Gobierno de Zapatero ya intentó hace unos meses subir los impuestos, pero entonces no encontró ni el valor suficiente ni la coyuntura política apropiada para aplicar tan impopular medida. En momentos de crisis como el actual es justo que quienes menos padecen los efectos de la recesión aporten más al conjunto para beneficiar a los que peor lo están pasando. Las dificultades de miles de personas actualmente en paro y sin cobertura no deben dejar indiferente a la sociedad más pudiente. El problema reside en que las grandes fortunas tienen a su alcance mecanismos que les permiten eludir en buena medida la presión fiscal, cosa que no sucede con las rentas medias, que son las que a la postre sufrirían el aumento de los impuestos.
Como era previsible, el PP y CiU se han opuesto a la sugerencia de Blanco. La medida de los 420 euros para ayudar a los parados sin cobertura se ha demostrado insuficiente y ha puesto en evidencia la continua improvisación del Gobierno de Zapatero, al que se le está acabando el dinero. Hay que buscar fórmulas para que el Estado pueda hacer frente a sus obligaciones, pero a la hora de plantearse una subida de impuestos hay que ser muy prudente.