San Juan Pablo II, de cuya muerte en la tierra se celebraban ayer 11 años, instituyó el Domingo de la Divina Misericordia en el domingo siguiente al de la Pascua. Y precisamente al atardecer del 2 de abril, entrando en la fiesta, pues, de la Divina Misericordia, acabó él sus años de estancia en la tierra para empezar la nueva vida bajo la Divina Misericordia. E este domingo, pues, deseo compartir con vosotros, estimados leyentes de mis artículos en el Periódico de Ibiza y Formentera, algunas reflexiones para poder vivir bien este concreto domingo, más aún, dentro del Año Jubilar de la Misericordia.Santa Faustina Kowalska fue una religiosa polaca, de Cracovia, que vivió entre 1905 y 1938 y Juan Pablo II no la conoció físicamente en sus años en esa Archidiócesis. Sin embargo la canonizó en 30 de abril del año 2000 y en esa celebración dijo: «En todo el mundo, el segundo domingo de Pascua recibirá el nombre de domingo de la Divina Misericordia. Una invitación perenne para el mundo cristiano a afrontar, con confianza en la benevolencia divina, las dificultades y las pruebas que esperan al genero humano en los años venideros».
Santa Faustina, que es conocida como la mensajera de la Divina Misericordia, recibió revelaciones místicas en las que Jesús le mostró su corazón, fuente de misericordia y le expresó su deseo de que se estableciera esta fiesta.
Hasta el año 2000 era una fiesta privada, pero en la canonización de Santa Faustina paso a ser una una invitación perenne para el mundo cristiano a afrontar, con confianza en la benevolencia divina, las dificultades y las pruebas que esperan al género humano en los años venideros..
Partiendo de los textos del Diario de Sabta Faustina, que tengo en mi asiento en mi capilla y que leo con frecuencia, puedo deciros que la Fiesta de la Divina Misericordia tiene como fin principal hacer llegar a los corazones de cada persona el siguiente mensaje: Dios es Misericordioso y nos ama a todos «y cuanto más grande es el pecador, tanto más grande es el derecho que tiene a Mi misericordia» (Diario, 723). En este mensaje, que Nuestro Señor nos ha hecho llegar por medio de Santa Faustina, se nos pide que tengamos plena confianza en la Misericordia de Dios, y que seamos siempre misericordiosos con el prójimo a través de nuestras palabras, acciones y oraciones... «porque la fe sin obras, por fuerte que sea, es inútil» (Diario, 742).
Pensando, pues en la Divina Misericordia a través de las enseñanzas de Santa Faustina podemos ver cinco puntos fundamentales:
1. Debemos confiar en la Misericordia del Señor. Jesús, por medio de Sor Faustina nos dice: «Deseo conceder gracias inimaginables a las almas que confían en mi misericordia. Que se acerquen a ese mar de misericordia con gran confianza. Los pecadores obtendrán la justificación y los justos serán fortalecidos en el bien. Al que haya depositado su confianza en mi misericordia, en la hora de la muerte le colmaré el alma con mi paz divina».
2. La confianza es la esencia, el alma de esta devoción y a la vez la condición para recibir gracias. «Las gracias de mi misericordia se toman con un solo recipiente y este es la confianza. Cuanto más confíe un alma, tanto más recibirá. Las almas que confían sin límites son mi gran consuelo y sobre ellas derramo todos los tesoros de mis gracias. Me alegro de que pidan mucho porque mi deseo es dar mucho, muchísimo. El alma que confía en mi misericordia es la más feliz, porque yo mismo tengo cuidado de ella. Ningún alma que ha invocado mi misericordia ha quedado decepcionada ni ha sentido confusión. Me complazco particularmente en el alma que confía en mi bondad».
3. La misericordia define nuestra actitud ante cada persona. «Exijo de ti obras de misericordia que deben surgir del amor hacia mí. Debes mostrar misericordia siempre y en todas partes. No puedes dejar de hacerlo ni excusarte ni justificarte. Te doy tres formar de ejercer misericordia: la primera es la acción; la segunda, la palabra; y la tercera, la oración. En estas tres formas se encierra la plenitud de la misericordia y es un testimonio indefectible del amor hacia mí. De este modo el alma alaba y adora mi misericordia».
4. La actitud del amor activo hacia el prójimo es otra condición para recibir gracias. «Si el alma no practica la misericordia de alguna manera no conseguirá mi misericordia en el día del juicio. Oh, si las almas supieran acumular los tesoros eternos, no serían juzgadas, porque la misericordia anticiparía mi juicio».
5. El Señor Jesús desea que sus devotos hagan por lo menos una obra de misericordia al día. «Debes saber, hija mía que mi Corazón es la misericordia misma. De este mar de misericordia las gracias se derraman sobre todo el mundo. Deseo que tu corazón sea la sede de mi misericordia. Deseo que esta misericordia se derrame sobre todo el mundo a través de tu corazón. Cualquiera que se acerque a ti, no puede marcharse sin confiar en esta misericordia mía que tanto deseo para las almas».
Que este domingo, pues, fomente nuestra misericordia con todos, expresión y respuesta a la misericordia que recibimos de parte de Dios.