Ya bajan los toros, madre -. Que salen en volandas. Que el Toribio se ha "dejao" la puerta del corral otra vez abierta y bajan desaboríos, con ganas de pitonear a todo el que pillen por delante, cabeceando con la cornamenta a diestro y siniestroy repartiendo estoques a tuttiplenti, según bajan la cuesta calle abajo y rumbo al ruedo. Que los morlacos están que trinan porque ya no les dejan correr y cornear como antes, y calentorros por lo del cambio climático, que está que lo calienta todo como nunca antes lo hiciera, sobre todo las molleras de algunos con este sol de justicia, que luego hace que el hielo se está poniendo por las nubes para llenar los vasos cutres de plástico barato en el que los mozos nos echamos ese garrafón que nos calienta las partes y el cerebro, y nos agilipolla y hace que nuestra olla se nos vaya detrás de los culos y tetas de algunas pobres incautas que piensan que las fiestas taurinas lo son todo menos cuernos, borracheras, pastilleo y mucha mierda en las calles. Que orgulloso debe de estar el santo con todas esas corridas. Con todas esas idas y venidas de aquí para allá, de los mozos que atropellan a las mozas, así mismos y a los toros, que luego empujan al abismo de la muerte, al final del recorridoallí, en la plaza y por el simple placer de hacerlo, sin pensar que a ellos – los bóvidos - nadie les pidió su opinión. Madre. Que divertimento y que emoción y que juerga y colocón. Porque aquí todo vale y vale todo. Hasta lo de ir a la caza y atropello de culos. Y si además te atropellan o peor aún te cornean, ya es la leche, pero si te pillan haciéndote un selfie, subiendo lo en la misma carrera al twiter, ya con eso llegaste a las mieles de la fama y del éxito y la estupidez humana. Que lejos han quedado madre, aquellos tiempos en los que Heminway observaba desde el balcón el paso de los morlacos, y de los mozos que no tenían más mira que la de honrar al santo y llegar enteros a la plaza con sus pañuelos atados al cuello y cubiertos de devoción y gloria. Nada más fácil ni más simple. Pero es que ahora, madre ya no tenemos tiempo para esas cosas. Porque si no eres un "yutuber" y te subes algo a la red, con alguna gilipollez, no eres nadie. Así estamos que corremos que nos las pelamos, no por la devoción, y ni tan siquiera por la emoción, sino más por la posición, que es debida generalmente al colocón. La posición de twiteos y retwiteos que nos haga famosos por un instante. A ver quien la tiene más grande. La cornamenta, y la falta de mollera, claro. Y en esas estamos madre, que ya no me divierte nada lo que hago, ni lo que veo, ni lo que siento. Porque los toros corren asustados y porque me pongo a pensar que nunca le preguntamos a los morlacos si esto iba con ellos y les hacía gracia. Que lo de correr para hacer ejercicio y bajar grasas tiene un pase, pero lo de masacrarlos en la plaza ya es harina d otro costal. Que el santo está que trina porque tampoco se divierte, y que lo mismo un día el chupinazo nos lo da a nosotros. Que dile al Toribio que no tenía que haber abierto la barrera. Que es una estupidez correr delante de un pitón de cuarenta centímetros, porque luego se te acaba clavando en una de esas ironías del destino, y te envía como a mí, al otro barrio en un abrir y cerrar los ojos, y todo en un plis plas. Para hacer nos lo mirar, madre. Para hacer nos lo mirar.
OPINIÓN | Enrique Moreno Torres
Una de toros
E. Moreno Torres | Eivissa |