En este segundo domingo de Adviento, Juan el Bautista, cómo último de los profetas del Antiguo Testamento está predicando la inminencia del Reino de Dios con la llegada del Mesías. En su predicación el Bautista nos dice que hagamos penitencia. Dada la condición pecadora de la humanidad tras el pecado original exige que todos los hombres hagan penitencia de su vida anterior. La conversión no se reduce a un buen propósito de enmienda, sino que es necesario cumplirlo. Todos debemos reconocer que somos pecadores. Ya en el A.T. la conversión había sido predicación constante de los Profetas; pero ahora, con la venida de Jesucristo., esa conversión y penitencia se hacen absolutamente indispensables. El Evangelio nos dice que Juan el Bautista llevaba una vestidura de pelo de camello con un ceñidor de cuero a la cintura, y su comida eran langostas y miel silvestre.
La langosta de campo era una especie de saltamontes. La miel silvestre parece referirse, más que a miel de abejas, a las sustancias segregadas por algunos arbustos de aquellas estepas. La Iglesia invita a la mortificación y penitencia y propone a Juan como modelo. Toda la vida cristiana es una preparación para el encuentro con Cristo. El Evangelista nos presenta a Juan Bautista, una de las figuras claves de este tiempo litúrgico. El precursor del Señor se presenta como la voz que clama en el desierto e invita a preparar el camino al Señor y allanar sus senderos. Sus palabras anuncia lo mismo que más tarde anunciará Jesús: Convertíos, porque está cerca el reino de los cielos. El Papa nos ha recordado cinco caminos para este tiempo de Adviento. El 1º la acusación de nuestros pecados; el 2º, el perdonar las ofensas de nuestro prójimo; el 3º la oración; el 4º, la limosna, y el 5ª la humildad.
Intentemos caminar cada día por la senda de estos caminos. Preparémonos así y lograremos vivir unas felices y santas navidades.