El Evangelio nos habla de Jesús y la samaritana. Contemplamos como el Señor, cansado del camino estaba sentado junto al pozo llamado de Jacob, en la ciudad de Sicar, la actual Askar, el pie del mont Ebal. Alli tiene lugar el encuentro de Jesús con la samaritana. Jesucristo Dios y hombre verdadero, siente hambre y sed como cualquier ser humano, y, al llegar la mujer samaritana, Jesús le dijo: "Dame de beber". Sus discípulos se habían marchado a comprar alimentos. Entonces le dijo la mujer samaritana: ¿ Cómo tu, siendo judío, me pides de beber a mi que soy samaritana?.- Los judíos y los samaritanos no se tratan, se aborrecen.-Jesucristo no excluye a nadie, sino que su amor se extiende a todas las almas, y por todas las almas va a derramar su sangre. El Señor le respondió: si conocieras el don de Dios, y quien es el que te dice dame de beber, tú le habrías pedido, y él te habría dado agua viva. En este diálogo entre Jesús y la mujer samaritana podemos observar el interés creciente de aquella mujer cuando se da cuenta que Jesús conoce su vida, los secretos de su corazón, y le dice: " Señor, dame de esa agua". El Señor le ofrece un agua capaz de saciar la sed de una vez para siempre. Cristo se refiere a la transformación que realiza en cada hombre, la participación de la vida divina, la gracia santificante, la presencia del Espíritu Santo, el don más excelente que habrían de recibir cuantos creyesen en El. Todos tenemos verdaderos deseos de felicidad y de paz. El que recibe al Señor, el que permanece unido a Jesús, como los sarmientos a la vid, no sólo sacia su sed, sino que además se transforma en fuente de agua viva. Cuando llegó el Mesías al que los judíos y los samaritanos esperaban, se inicia la Nueva Alianza, que es definitiva, y que es la verdadera presencia de Dios entre los hombres. El Verbo se hizo carne y habitó entre nosotros, como rezamos en el Ángelus. Lo que agrada a Dios Padre es que todos, acepten al Mesías, su Hijo. La Iglesia enseña que mediante el bautismo nos hacemos hijos de Dios, somos injertados en el Misterio Pascual de Jesucristo. Morimos con El, somos sepultados con El y resucitamos con El. La samaritana reconoce sus pecados, acepta la doctrina verdadera: adorar al Padre en espíritu y en verdad. Sólo le falta reconocer a Jesús como el Mesías. Sé que el Mesías, el llamado Cristo- dice la samaritana, va a venir. Cuando el venga nos anunciará todas las cosas. Jesús le respondió." Yo soy", expresión que evoca la que Yahvé había empleado para revelarse a Moisés, y que en boca de Jesús, expresa no sólo su mesianidad, sino también su divinidad. Digámosle a Jesús, con San Pedro: " Tu eres el Mesías, el Hijo de Dios vivo". Creo en Jesucristo, espero en Jesucristo, amo a Jesucristo, nuestro Señor y nuestro Dios.
OPINIÓN | Lucas Ramon Torres
Tercer domingo de Cuaresma (Jn.4,5-42)
L. Ramón Torres |