Jesús con las parábolas del tesoro escondido y la perla preciosa nos habla del valor supremo del Reino de los Cielos. El tesoro se presenta de improviso, la perla supone una búsqueda esforzada. En ambos casos el que encuentra algo tan importante y valioso como un tesoro, queda inundado de un profundo gozo. Un tesoro es la fe, el conocimiento de Dios, el santo temor de Dios que es la verdadera sabiduría. La principal misión del cristiano, lo más importante, no es algo, es alguien, es una persona, es Jesucristo. Jesús es el único por el que vale la pena vivir y morir. El hombre que encuentra un tesoro, va y vende todo cuanto tiene y adquiere lo que tiene el valor supremo y auténtico. Es condición indispensable el saber que para alcanzarlo debemos ser desprendidos y generosos. Nadie está seguro de alcanzar el Reino de los Cielos, pero el clamor humilde del hombre arrepentido logra que se abran sus puertas de par en par. La última parábola es la red barredera, es dicha red,muy larga y de unos dos metros de ancho, que al arrastrarla recoge, junto con toda clase de peces, otras muchas cosas: algas, hierbas, diversos objetos. Esta parábola de la red es semejante a la parábola de la cizaña. Esta es en lenguaje agrícola, aquella en ambiente de pescadores. La red es la Iglesia; el mar es el mundo.
En esta parábola está claramente enseñada y expresada la verdad dogmática del Juicio. Al final delos tiempos Dios juzgará y separará los buenos de los malos. Se hace alusión a las postrimerías o los novísimos: muerte, juicio, infierno y gloria. Estas cosas se predican para que nadie pueda excusarse alegando ignorancia. El Señor habla claro, sin ambigüedades. ¿Habéis entendido todo esto?. Sus oyentes respondieron: Sí.
En el pueblo judío los escribas eran hombres que se dedicaban al estudio de la Sagrada Escritura. El Señor emplea esta vieja palabra para designar a los apóstoles que vienen a ser los nuevos maestros en la Iglesia. Así, los Apóstoles y sucesores constituyen la llamada Iglesia docente. Tienen la misión de enseñar con autoridad. “Quien a vosotros oye, a Mí me oye”. Los demás miembros de la Iglesia, forman la Iglesia discente, es decir la Iglesia que aprende.