La parábola de los obreros de la viña se dirige directamente al pueblo judío. Desde hacía siglos Dios lo llamó a primera hora. Los judíos, el Pueblo elegido, no tenían razón al murmurar contra Dios por la elección de los pueblos que no pertenecían al Pueblo de Israel los pueblos gentiles. Todos los pueblos de la tierra son llamados a formar parte del nuevo Pueblo de Dios, que es la Iglesia. Para todos la invitación es gratuita. A primera vista, la protesta de los obreros llamados a primera hora parece justa. Porque el que trabaja todo el día merece un salario mayor que el que ha trabajado unas pocas horas. La protesta es justa aparentemente. No comprenden que el hecho de poder trabajar en la viña del Señor es un regalo divino. Del mismo modo que lo peor que puede acontecer a una persona es que esa persona sea un malvado, igualmente lo mejor que nos puede pasar es poder ser una persona de bien.
Jesús deja claro con la parábola que son diversos los caminos por los que le llama, pero que el premio es siempre el mismo: el Cielo.
Lo verdaderamente importante es trabajar o haber trabajado para la gloria de Dios tanto desde la salida del sol como desde la última hora. Todos los que hayan trabajado recibirán esencialmente la misma recompensa. Los últimos serán los primeros, y los primeros los últimos. Dad gracias al Señor porque es bueno, porque es eterna su misericordia.