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OPINIÓN | Fernando Jáuregui

Alguien va a pagar esto muy caro

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Resulta difícil imaginar que se haya podido llegar hasta aquí, a tal grado de irregularidad política y de conculcación de toda práctica democrática. A tanta irracionalidad, que tiene absorto no a todo un país, España -y a Cataluña, parte sustancial de España--, sino a todo un continente, Europa, y al mundo entero. Lo han conseguido: han puesto a Cataluña en el mapa. Y en la Historia. En el mapa del mundo del siglo XVII, en la Historia universal de la infamia. Porque, aparte elementos ridículos -menudo espectáculo el de las urnas ‘made in China'--, tenemos los factores indignantes. Y usar a niños como ‘escudos humanos' para impedir el cierre de los colegios electorales, inculcar en ellos el ‘odio al invasor' inexistente es, simplemente, aborrecible.

Y así tenemos que denunciarlo, al margen de los errores que ‘del lado de acá' se hayan cometido o se estén cometiendo. Que ya llegará el momento de hacer un repaso al respecto, y de ver si quien ha dirigido -al menos con calma y templanza, no sé siempre con acierto- el dificilísimo proceso de cargarse el ‘procés' merece seguir en el puesto que ocupa... dentro de un año. Mientras, uno, para lo poco que valga, reitera su adhesión al Gobierno de Mariano Rajoy, a quien nunca se le ocurrirían tropelías y villanías como las que han puesto en marcha, en su demencia, los responsables de la Generalitat.

Faltan horas para el choque. No sé si lo van a ganar los mejores, pero seguro que lo van a ganar los menos malos. Los que nunca utilizarían la educación para sembrar el odio a los hermanos, sobre todo en las mentes infantiles. Sobre esos padres, que por miedo o por puro fanatismo, acceden a utilizar a sus hijos de parapeto frente al rigor -excesivo o no, ya lo veremos, también en su momento- de los fiscales, caerá la maldición de los historiadores y, ahora, confío, de la mayor parte de aquellos a quienes nos ha tocado historiar el día a día de unos momentos que espero que sean irrepetibles, porque son bien tristes. Lamento decirlo, porque no soy en absoluto partidario de ‘mano dura' alguna, y sí del ahora desprestigiado diálogo, pero quien es capaz de utilizar así la educación, no merece tener delegado esa competencia.

De apenas una cosa estoy seguro: todo esto va a traer consecuencias irreversibles. Nada podrá ser como era. Nada. Ni algunos comportamientos en ciertos medios, ni la actitud de muchos que se decían -decían- representantes de su pueblo, ni los errores cometidos por un Gobierno central que desprecia la comunicación, pero que, al menos, insisto, ha sabido mantener la sangre fría, y mira que era difícil lograrlo. Pero el análisis de estas consecuencias quedará para la semana próxima, en función de lo que ocurra, lo que nos ocurra, en las próximas horas. En los próximos días. La suerte está echada. Qué mala suerte.

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