Todos los expertos advierten que los robots irán sustituyendo poco a poco a los humanos en actividades cotidianas, de las que seremos relegados para centrarnos en lo verdaderamente importante: no hacer nada. Claro que al no hacer nada, serán pocos los que cobren un salario por su trabajo y menos serán los que coticen para sostener con sus impuestos los servicios públicos y pagar las pensiones. Ya hay quien apunta que para paliar esta realidad, hay que comenzar a pensar en que coticen los robots que sustituyen a personas, que son todos. Pensemos en el cajero automático de un banco. ¿Acaso no resta puestos de trabajo?
Tras la reunión de la Comisión de Tráfico y Seguridad de la Circulación Vial celebrada en Palma este miércoles, y tras analizar el repunte de víctimas mortales en las carreteras de Eivissa (16) y Formentera (2), con 18 fallecidos en lo que va de año (diez más que en 2016), se propone para abordar esta dramática problemática, tirar de robots, pues eso y no otra cosa son los radares fijos. Estos aparatos, cuya localización está sobradamente indicada en la vía y en cualquier GPS de auxilio a la conducción, son una preciada herramienta de la DGT para recaudar multas, pero es dudosa su utilidad a la hora de prevenir accidentes.
En las carreteras de las Pitiusas no hacen falta más robots recaudadores, sino medidas efectivas como mejorar la iluminación en los puntos de concentración de accidentes, sobre todo en las intersecciones. Pero principalmente se necesitan más agentes de la Agrupación de Tráfico de la Guardia Civil, que lleven a cabo una vigilancia activa y denuncien las infracciones que observen. Y por supuesto, incrementar el número de controles preventivos de alcoholemia y drogas, de forma que quienes así conducen, poniendo en peligro al resto de usuarios y a sí mismos, se lo piensen dos veces antes de ponerse al volante.