Mi abuelo, Isidoro, estuvo con los nacionales y mi tío, Manuel, con los rojos en la batalla del Ebro. Los dos eran excelentes personas. Destapar la caja de Pandora de la Guerra Civil es una irresponsabilidad que no se debería haber hecho, lo que no quiere decir que quien tenga un familiar asesinado no tenga todo el derecho para recuperar sus restos y su recuerdo; ahora bien, el uso político de la Guerra Civil es algo que me parece ciertamente aberrante y es una demostración patente de la mediocridad de la clase política actual, especialmente si la comparamos con quienes hicieron la Transición que no eran cainitas, tenían más altura de miras y un sentido de España que desgraciadamente se ha perdido. No se puede vivir permanente del enconamiento porque no tienes nada más que decir. Los finlandeses fueron filonazis, pero hace mucho que cerraron esa página para construir un país moderno y un sistema educativo que es el mejor del mundo. De los alemanes, tres cuartos de lo mismo, Hitler sin ellos no hubiera ido a ningún lado. Cazar brujas ochenta años después, aprovechando las postverdades de lo que fue un verdadero sufrimiento porque quieres sacar más escaños y no tienes un proyecto de país, a mí me parece mal. ¿Qué tenemos que aprender de nuestros errores y horrores históricos?: desde luego, pero no utilizarlos como moneda de cambio como hacen Schez e Iglesias. Por eso, los restos de los 21 sacerdotes asesinados en Ibiza, algunos de ellos vejados como se lee en la Causa General que está en el Archivo Histórico Nacional o rematados con bombas después de muertos, con saña y por si las moscas, demuestra el porqué no había que abrir la caja de Pandora. El futuro es lo que tenemos más cerca.
Opinión / Jesús García Marín
La caja de Pandora
J. García Marín |