Cuando están en inferioridad de condiciones piden diálogo; cuando están en el poder aplastan cualquier idea ajena con la contundencia de los hechos consumados. Esto es el catalanismo, una perversión del espíritu catalán que ha degenerado en las políticas intrusivas que todos sufrimos en Baleares. Por mucho que inviertan y adoctrinen les desespera la falta de resultados palpables. Cada vez son más las deserciones y la negativa a hablar este barcelonés impuesto. Su instrumento político es la inmersión o sumersión, que solo se emplea en Groenlandia para evitar que los pobres esquimales huyan a la capital, Copenhague. En Cataluña se emplea con la remota intención de destruir todo lo español y España como entramado jurídico.
No se explica la contumacia en su aplicación, sabiendo que no es legal. Para su compacta intrusión totalitaria emplean cinco mentiras, según Convivencia Cívica Catalana:
1 – Hay consenso social. Pero es todo lo contrario. Han fracturado Cataluña en dos y cada día aparecen más episodios de violencia.
2 – Es un modelo avalado, dicen. Mentira, nadie lo avala, más bien todo lo contrario. Es muy negativo.
3 – Modelo de cohesión social. Al revés, es un desastre en abandono y fracaso escolar.
4 – Modelo de integración social. Es todo lo contrario. Según CCC muestra fallos insalvables en integrar a los inmigrantes y a los castellanohablantes.
5 – Con dos horas de castellano hay suficiente. Es una broma pesada, como es palpable cuando se observa los fallos en español de catalanes y resto de alumnos.
La prueba de que la inmersión es un sistema pésimo es que los hijos de los catalanes pudientes estudian en colegios privados políglotas. La inmersión es para pobres. Y es ilegal.