Han transcurrido cuarenta días después de la Resurrección del Señor. En el Credo profesamos el misterio de que Cristo, una vez resucitado de entre los muertos, subió al cielo y está sentado a la derecha del Padre. El Señor nos ha abierto las puertas de la gloria para hacernos partícipes de la Redención salvadora. Donde estoy, dice Jesucristo, yo quiero que también estéis vosotros. Después de los últimos encargos, Jesús dijo a sus discípulos: Id al mundo entero y predicad el Evangelio a toda criatura. La vocación cristiana, por su misma naturaleza, es vocación de apostolado. A los Apóstoles y sucesores Cristo les confirió el ministerio de enseñar, de santificar y de gobernar en su propio nombre y autoridad. El Concilio Vaticano ll enseña: " A todos los fieles les ha sido impuesta la gloriosa tarea de esforzarse para que el mensaje divino de la salvación, sea conocido y aceptado por todos los hombres de cualquier lugar de la tierra".
La Ascensión del Señor a los Cielos y el estar sentado a la derecha del Padre constituyen el sexto artículo de la Fe que recitamos en el Credo. Jesucristo subió al Cielo en cuerpo y alma para tomar posesión del Reino alcanzado con su muerte, para prepararnos nuestra estancia en la gloria y para enviar al Espíritu Santo a su Iglesia.